En 1547, mucho antes de la
fundación de San Cristóbal o la Grita, o de alguna otra población tachirense,
ya Táriba existía. Era un pueblo aborigen ubicado al otro lado del rio Torbes,
frente al Valle de Santiago. A este pueblo llegaron aquel año Alonso Pérez de
Tolosa y Diego de Lossada, de paso para las tierras de la Nueva Granada; Táriba
era el nombre de la nación aborigen que allí tenía su centro de operaciones. Al
fundarse en 1561 la Villa de San Cristóbal, al frente de Táriba en el valle de
Santiago, se dieron las condiciones para el asentamiento del convento de padres
Agustinos.
Realizada en fundación
conventual, al superior de los religiosos que ya había visitado el poblado de
los Taribas, envió a dos de sus sacerdotes para que se encargaran de la
evangelización y atracción de esas gentes a las costumbres europeas. Estos
hijos de San Agustín, equipados tan solo del breviario y de una tablita donde
estaba pintada la Virgen de la Consolación, tomaron rumbo al poblado. Llegaron
ya casi de noche a las orillas de rio Torbes, que bajaba con aguas muy
abundadas, pero ellos tenían que pasar.
Ataron a una vara de caña brava
el cuadro de la Virgen y agarrados ambos de la caña, encomendáronse a la Virgen
Madre de Dios, la cual les hizo pasar con facilidad el rio, en tanto que una
misteriosa luz les iluminaba el paso en la oscuridad de la noche. Logrado el
paso, los misioneros siguieron hasta el poblado y llegados al lugar donde hoy
está la Plaza Bolívar de esa población, allí hincaron la vara en tierra con la
imagen de la Madre de Dios colgando de ella. Y así empezaron su trabajo de
evangelización esa misma noche. En el lugar donde clavaron la estaca, empezaron
la construcción de la rustica primera capilla que fue el primer centro de
devoción mariana.
Pocos años después la tranquila
población aborigen de los Táribas se vio atacada por las tribus vecinas de los
Capachos y Guásimos que se coligaron para hostilizar a la población taribera. Sus
habitantes se vieron obligados a huir a otras regiones abandonando la antigua
aldea aborigen. Solo quedo en la población una mujer india que acogió de la
ermita la tabla milagrosa de la Virgen y la guardo; mas pasado el tiempo, las
facciones de la madre de Dios se borraron y la tabla fue relegada a l granero
de la vivienda.
Años después al final del siglo
XVI, vino a Táriba a visitar a la familia Zamora, el alférez y encomendero de
Pamplona de la Nueva Granada, Juan Ramírez Andrade. Por casualidad, la casa de
Zamora estaba en el mismo lugar en que la india había recogido la tabla y la
troja, donde se guardaban los granos aún estaba en servicio. Uno de aquellos
días, coincidentes con la visita de Ramírez de Andrade, los hijos de Zamora,
Pedro, Gerónimo y Antonio, decidieron, después de almorzar, organizar una
partida de pelota y así lo hicieron; mas en el transcurso del juego una de las
paletas se rompió, por lo que los muchachos entraron al granero en busca de una
tabla para reemplazar la paleta rota.
Hallaron la tabla en la que la
Virgen había estado pintada; la tomaron y trataron de romperla para darle la
forma de paleta, más la paleta fue demasiado dura para romperla. Además
advirtieron que en la medida que golpeaban la tabla esta sonaba como un tambor.
Con ello llamaron la atención de la señora Zamora quien reprocho a los
muchachos por estar tratando de romper la tabla en la que la imagen había
estado dibujada; la tomo y la llevo al granero nuevamente, habiéndola dejado
colgada de una de las paredes.
ORACIÓN
Oh!
Virgen Santísima de La Consolación,
que
tu maternal bendición esté sobre mí
en
el día, en la noche, en el trabajo, en el descanso,
en
la salud, en la enfermedad, en la vida,
en
la muerte, en el tiempo
y
en la eternidad.
Santísima
Virgen María, madre y abogada mía,
no
permitas que te ofenda en este día
y
para eso dadme tu santa bendición.
En
el nombre del Padre,
del
Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
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