Los
siete dolores de la Santísima Virgen que han suscitado mayor devoción son: la
profecía de Simeón, la huida a Egipto, los tres días que Jesús estuvo perdido,
el encuentro con Jesús llevando la Cruz, su Muerte en el Calvario, el Descendimiento,
la colocación en el sepulcro. Simeón había anunciado previamente a la Madre la
oposición que iba a suscitar su Hijo, el Redentor. Cuando ella, a los cuarenta
días de nacido ofreció a su Hijo a Dios en el Templo, dijo Simeón: "Este
niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de
Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán y a ti misma una
espada te atravesará el alma" (Lc 2,34).
El
dolor de María en el Calvario fue más agudo que ningún otro en el mundo, pues
no ha habido madre que haya tenido un corazón an tierno como el de la Madre de
Dios. Cómo no ha habido amor igual al suyo. Ella lo sufrió todo por nosotros
para que disfrutemos de la gracia de la Redención. Sufrió voluntariamente para
demostrarnos su amor, pues el amor se prueba con el sacrificio. No por ser la
Madre de Dios pudo María sobrellevar sus dolores sino por ver las cosas desde
el plan de Dios y no del de sí misma, o mejor dicho, hizo suyo el plan de Dios.
Nosotros debemos hacer lo mismo. La Madre Dolorosa nos echará una mano para
ayudarnos.
La
devoción a los Dolores de María es fuente de gracias sin número porque llega a
lo profundo del Corazón de Cristo. Si pensamos con frecuencia en los falsos
placeres de este mundo abrazaríamos con paciencia los dolores y sufrimientos de
la vida. Nos traspasaría el dolor de los pecados. La Iglesia nos exhorta a
entregarnos sin reservas al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz
acompañados de la Madre Dolorosa. Ella quiere de verdad ayudarnos a llevar
nuestras cruces diarias, porque fue en el calvario que el Hijo moribundo nos
confió el cuidado de su Madre. Fue su última voluntad que amemos a su Madre
como la amó Él.
La Palabra de Dios
"Simeón
les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación
de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una
espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido
siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años;
no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.
Como
se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos
los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas
según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño
crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba
sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la
Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron
ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño
Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.
Pero
creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban
entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a
Jerusalén en su busca." Lc 2, 34-45 "Cuando le vieron, quedaron
sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu
padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." Lc 2, 48 "Vosotros,
todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor
que me atormenta," Lam 1, 12
ORACIÓN PROPIA DE LA NOVENA
¡Santísima y muy afligida Madre, Virgen
de los Dolores y Reina de los Mártires! Estuviste de pie, inmóvil, bajo la
Cruz, mientras moría tu Hijo.
Por la espada de dolor que te traspasó
entonces, por el incesante sufrimiento de tu vida dolorosa y el gozo con que
ahora eres recompensada de tus pruebas y aflicción, mírame con ternura Madre,
ten compasión de mí que vengo a tu presencia para venerar tus dolores. Deposito
mi petición con infantil confianza en el santuario de tu Corazón herido.
Te suplico que presentes a Jesucristo,
en unión con los méritos infinitos de su Pasión y Muerte, lo que sufriste junto
a la Cruz, y por vuestros méritos me sea concedida esta petición (Mencione el
favor que desea).
¿A quién acudiré yo en mis necesidades
y sufrimientos sino a ti, Madre de misericordia? Tan hondo bebiste del cáliz de
tu Hijo que puedes compadecerte de los sufrimientos de quienes están todavía en
este valle de lágrimas.
Ofrece a nuestro divino Salvador lo que
Él sufrió en la Cruz para que su recuerdo le mueva a compadecerse de mí,
pecador. Refugio de pecadores y esperanza de la humanidad, acepta mi petición y
escúchala favorablemente, si es conforme a la voluntad de Dios.
Señor Jesucristo, te ofrezco los
méritos de María, Madre tuya y nuestra, que ganó bajo la Cruz. Por su amable
intercesión pueda yo obtener los deliciosos frutos de tu Pasión y Muerte.
OFRECIMIENTO
María, Virgen Santísima y Reina de los
Mártires, acepta el sincero homenaje de mi amor infantil. Recibe mi pobre alma
dentro de tu corazón, traspasado por tantas espadas. Tómala por compañera de
tus dolores al pie de la Cruz, donde Jesús murió para redimir al mundo.
Contigo, Virgen de los Dolores, quiero
sufrir gustosamente todas las pruebas, sufrimientos y aflicciones que Dios se
complazca en mandarme. Los ofrezco en memoria de tus dolores. Haz que todos mis
pensamientos y latidos del corazón sean un acto de compasión y amor por ti.
Madre amadísima ten compasión de mí,
reconcíliame con Jesús, tu divino Hijo, manténme en su gracia y asísteme en mi
última agonía, para que pueda yo encontrarte en el Cielo juntamente con el
Hijo.
HIMNO – STABAT MATER
Ante el hórrido Madero
Del Calvario lastimero,
Junto al Hijo de tu amor,
¡Pobre Madre entristecida!
Traspasó tu alma abatida
Una espada de dolor.
¡Cuan penoso, cuán doliente
Ver en tosca Cruz pendiente
Al Amado de tu ser!
Viendo a Cristo en el tormento,
Tú sentías el sufrimiento
De su amargo padecer.
¿Quien hay que no lloraría
Contemplando la agonía
De María ante la Pasión?
¿Habrá un corazón humano
Que no compartiese hermano
Tan profunda transfixión?
Golpeado, escarnecido,
Vio a su Cristo tan querido
Sufrir tortura tan cruel,
Por el peso del pecado
De su pueblo desalmado
Rindió su espíritu El.
Dulce Madre, amante fuente,
Haz mi espíritu ferviente
Y haz mi corazón igual
Al tuyo tan fervoroso
Que al buen Jesús piadoso
Rinda su amor fraternal.
Oh Madre Santa, en mi vida
Haz renacer cada herida
De mi amado Salvador,
Contigo sentir su pena,
Sufrir su mortal condena
Y su morir redentor.
A tu llanto unir el mío,
Llorar por mi Rey tan pío
Cada día de mi existir:
Contigo honrar su Calvario,
Hacer mi alma su santuario,
Madre, te quiero pedir.
Virgen Bienaventurada,
De todas predestinada,
Partícipe en tu pesar
Quiero ser mi vida entera,
De Jesús la muerte austera
Quiero en mi pecho llevar.
Sus llagas en mi imprimidas,
Con Sangre de sus heridas
Satura mi corazón
Y líbrame del suplicio,
Oh Madre en el día del juicio
No halle yo condenación.
Jesús, que al llegar mi hora,
Sea María mi defensora,
Tu Cruz mi palma triunfal,
Y mientras mi cuerpo acabe
Mi alma tu bondad alabe
En tu reino celestial.
Amén, Aleluya.
ORACIÓN
Padre, Tu quisiste que la madre de tu
Hijo, llena de compasión, estuviese junto a la Cruz donde Él fue glorificado.
Concede a tu Iglesia, que comparte la Pasión de Cristo, participar de su
Resurrección. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo y Vidente
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