El
que no vive para servir,
no
sirve para vivir…
Su nombre era Agnes Gonxha
Bojaxhiu; nace en Skopje, actual Macedonia en el año 1910 y muere en Calcuta en
1997. Fue una religiosa albanesa nacionalizada india, premio Nobel de la Paz en
1979. Cuando en 1997 falleció la Madre Teresa de Calcuta, la congregación de
las Misioneras de la Caridad contaba ya con más de quinientos centros en un
centenar de países. Pero quizá la orden que fundó, cuyo objetivo es ayudar a
"los más pobres de los pobres", es la parte menor de su legado; la
mayor fue erigirse en un ejemplo inspirador reciente, en la prueba palpable y
viva de cómo la generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también
tienen sentido en tiempos modernos.
Nacida en el seno de una familia
católica albanesa, la profunda religiosidad de su madre despertó en Agnes la
vocación de misionera a los doce años. Siendo aún una niña ingresó en la
Congregación Mariana de las Hijas de María, donde inició su actividad de
asistencia a los necesitados. Conmovida por las crónicas de un misionero
cristiano en Bengala, a los dieciocho años abandonó para siempre su ciudad
natal y viajó hasta Dublín para profesar en la Congregación de Nuestra Señora
de Loreto. Como quería ser misionera en la India, embarcó hacia Bengala, donde
cursó estudios de magisterio y eligió el nombre de Teresa para profesar.
Apenas hechos los votos pasó a
Calcuta, la ciudad con la que habría de identificar su vida y su vocación de
entrega a los más necesitados. Durante casi veinte años ejerció como maestra en
la St. Mary's High School de Calcuta. Sin embargo, la profunda impresión que le
causó la miseria que observaba en las calles de la ciudad la movió a solicitar
a Pío XII la licencia para abandonar la orden y entregarse por completo a la
causa de los menesterosos. Enérgica y decidida en sus propósitos, Teresa de
Calcuta pronunció por entonces el que sería el principio fundamental de su
mensaje y de su acción: "Quiero llevar el amor de Dios a los pobres más
pobres; quiero demostrarles que Dios ama el mundo y que les ama a ellos".
En 1948, poco después de
proclamada la independencia de la India, obtuvo la autorización de Roma para
dedicarse al apostolado en favor de los pobres. Mientras estudiaba enfermería
con las Hermanas Misioneras Médicas de Patna, Teresa de Calcuta abrió su primer
centro de acogida de niños. En 1950, año en que adoptó también la nacionalidad
india, fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno
reconocimiento encontraría numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo
hiciera efectivo en 1965.
Al tiempo que su congregación,
cuyas integrantes debían sumar a los votos tradicionales el de dedicarse
totalmente a los necesitados, abría centros en diversas ciudades del mundo,
ella atendía a miles de desheredados y moribundos sin importarle a qué religión
pertenecían: "Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que
profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda
no son las creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje
de nosotras sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza
peor que la material: el desprecio que los marginados reciben de la sociedad,
que es la más insoportable de las pobrezas."
En concordancia con esta
palabras, Teresa de Calcuta convirtió en el premio de una rifa un coche
descapotable que le dio el papa Pablo VI durante su visita a la India en 1964
(regalo a su vez de la comunidad católica) y destinó los fondos recaudados a la
creación de una leprosería en Bengala; posteriormente convencería al papa Juan
Pablo II de abrir un albergue para indigentes en el mismo Vaticano.
El enorme prestigio moral que la
Madre Teresa de Calcuta supo acreditar con su labor en favor de "los
pobres más pobres" llevó a la Santa Sede a designarla representante ante
la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con
ocasión del Año Internacional de la Mujer, donde formuló su ideario basado en
la acción por encima de las organizaciones. Cuatro años más tarde, santificada
no sólo por aquellos a quienes ayudaba sino también por gobiernos,
instituciones internacionales y poderosos personajes, recibió el premio Nobel
de la Paz.
Consciente del respeto que
inspiraba, el papa Juan Pablo II la designó en 1982 para mediar en el conflicto
del Líbano, si bien su intervención se vio dificultada por la complejidad de
los intereses políticos y geoestratégicos del área. Desde posiciones que
algunos sectores de opinión consideraron excesivamente conservadoras, participó
vivamente en el debate sobre las cuestiones más cruciales de su tiempo, a las
que no fue nunca ajena. Así, en mayo de 1983, durante el Primer Encuentro
Internacional de Defensa de la Vida, defendió con vehemencia la doctrina de la
Iglesia, conceptiva, antiabortista y contraria al divorcio.
En 1986 recibió la visita de Juan
Pablo II en la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más
conocida en Calcuta como la Casa del Moribundo. En el curso de los años
siguientes, aunque mantuvo su mismo dinamismo en la lucha para paliar el dolor
ajeno, su salud comenzó a declinar y su corazón a debilitarse. En 1989 fue
intervenida quirúrgicamente para implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser
objeto de otras intervenciones, contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad
que se complicó con sus dolencias cardíacas y pulmonares.
Finalmente, tras superar varias
crisis, cedió su puesto de superiora a sor Nirmala, una hindú convertida al
cristianismo. Pocos días después de celebrar sus 87 años ingresó en la unidad
de cuidados intensivos del asilo de Woodlands, en Calcuta, donde falleció.
Miles de personas de todo el mundo se congregaron en la India para despedir a
la Santa de las Cloacas. Seis años después de su muerte, en octubre de 2003, y
coincidiendo con la celebración del 25º aniversario del pontificado de Juan
Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada en una multitudinaria misa
a la que acudieron fieles de todas partes del mundo. A finales de 2015, el Papa
Francisco aprobó su canonización; el 4 de septiembre de 2016 es la fecha
prevista para la ceremonia que ha de elevarla a los altares.
Oración
I: (Para el amor incondicional de Dios)
Beata
Teresa de Calcuta, deseando ardientemente amar a Jesús como nunca antes había
sido amado, te entregaste completamente a Él, sin negarle nada. En unión con el
Corazón Inmaculado de María, aceptaste la llamada de Jesús para saciar su
infinita sed de amor y de almas y así ser portadora de su amor por los más
pobres entre los pobres.
Con
confianza llena de amor y abandono total cumpliste su voluntad, testimoniando
la alegría de pertenecerle a Él totalmente. Te uniste tan íntimamente a Jesús,
tu Esposo crucificado, que Él, suspendido en la Cruz, se dignó compartir
contigo la agonía de su Corazón.
Santa
Teresa, tu que prometiste traer continuamente
la luz del amor a aquellos que viven en la tierra,
intercede para que también nosotros deseemos
saciar la ardiente sed de Jesús amándole apasionadamente,
compartiendo sus sufrimientos con alegría y sirviéndole de todo corazón
en nuestros hermanos y hermanas,
especialmente en aquellos que, más de todos,
son “no amados” y “no deseados.”
Amén.
la luz del amor a aquellos que viven en la tierra,
intercede para que también nosotros deseemos
saciar la ardiente sed de Jesús amándole apasionadamente,
compartiendo sus sufrimientos con alegría y sirviéndole de todo corazón
en nuestros hermanos y hermanas,
especialmente en aquellos que, más de todos,
son “no amados” y “no deseados.”
Amén.
Oración II: (Por la Familia)
Padre
Celestial, nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret.
Ayúdanos, Padre amado, a hacer de nuestra familia otro Nazaret, donde reine
amor, la paz y la alegría.
Que
sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante con
alegría. Ayúdanos a permanecer unidos por la oración en familia en los momentos
de gozo y de dolor. Enséñanos a ver a Jesucristo en los miembros de nuestra
familia especialmente en los momentos de angustia.
Haz
que el corazón de Jesús Eucaristía haga nuestros corazones mansos y humildes
como el suyo y ayúdanos a sobrellevar las obligaciones familiares de una manera
santa.
Haz
que nos amemos más y más unos a otros cada día como Dios nos ama a cada uno de
nosotros y a perdonarnos mutuamente nuestras faltas como Tú perdonas nuestros
pecados.
Ayúdanos,
oh Padre amado, a recibir todo lo que nos das y a dar todo lo que quieres
recibir con una gran sonrisa. Inmaculado Corazón de María, causa de nuestra
alegría, ruega por nosotros.
Santos
Ángeles de la Guarda permaneced a nuestro lado,
guiadnos y protegednos.
Amén
guiadnos y protegednos.
Amén
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
CONTACTO:
FACEBOOK, TWITTER e
INSTAGRAM:
cartasegipcias
Tal
vez te podría interesar:
No hay comentarios:
Publicar un comentario