"Nada te turbe, nada
te espante.
Todo se pasa. Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta."
Todo se pasa. Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta."
Virgen y Doctora de la Iglesia (1515-1582) "En la cruz
está la gloria, y el honor, y en el padecer dolor, Vida y consuelo, Y el
camino más seguro para el cielo.” Reformadora del Carmelo, Madre de las
Carmelitas Descalzas y de los Carmelitas Descalzos; "mater spiritualium"
(título debajo de su estatua en la basílica vaticana); patrona de los
escritores católicos y Doctora de la Iglesia (1970): La primera mujer, que junto a
Santa Catalina de Sena recibe este título.
Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Su nombre, Teresa de
Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila
Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del primer matrimonio de Don
Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa. Escribe en su
autobiografía: "Por la gracia de Dios, todos mis hermanos y medios hermanos se
asemejaban en la virtud a mis buenos padres, menos yo". De niños,
ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer vidas de santos, y se
emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un
gran premio en el cielo. Así que dispusieron irse a tierras de mahometanos a
declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir un buen puesto
en el cielo.
Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los
regresó a su hogar. Entonces dispusieron construir una celda en el solar de la
casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que nadie los molestara ni los
distrajese. La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14
años. Ella misma cuenta en su autobiografía: "Cuando empecé a caer
en la cuenta de la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme
sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen
y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera
ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien".
Sigue diciendo ella: "Por aquel tiempo me aficioné a
leer novelas. Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en
otras faltas. Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no
estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas
lecturas me dejaban tristeza y desilusión". Afortunadamente el papá se dio
cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 años, a estudiar interna en el
colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de
estudios enfermó y tuvo que volver a casa.
Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos "Las Cartas
de San Jerónimo", y allí supo por boca de tan grande santo, cuán peligrosa
es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la
vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería
religiosa. Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él,
que la quería muchísimo, le respondió: "Lo harás, pero cuando yo ya me
haya muerto". La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el
mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y
entonces se fugó de la casa.
Dice en sus recuerdos: "Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan
terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser
peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era
suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a
mis amigos". La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila.
Su
padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse.
Ella tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de
castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas
Carmelitas.
Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se
agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los médicos no
lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a su casa y fue
quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien, y fue
que tuvo oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba
"El alfabeto espiritual", por Osuna, y siguiendo las
instrucciones de aquel librito empezó a practicar la oración mental y a
meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa utilidad durante toda su
vida. Ella decía después que si en este tiempo no hizo mayores progresos fue
porque todavía no tenía un director espiritual, y sin esta ayuda no se puede
llegar a verdaderas alturas en la oración.
A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le consiguiera
la gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En
adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, Y
todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo. Teresa
tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante, una alegría
contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la
llevaba a corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima
de todos los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a sentir una
inmensa simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.
En aquellos tiempos había en los conventos de España la dañosa costumbre
de que las religiosas gastaban mucho tiempo en la sala recibiendo visitas y
charlando en la sala con las muchas personas que iban a gozar de su
conversación. Y esto le quitaba el fervor en la oración y no las dejaba
concentrarse en la meditación y se llegó a convencer de que ella no podía
dedicarse a tener verdadera oración con Dios porque era muy disipada. Y que
debía dejar de orar tanto. A ella le gustaban los Cristos bien
chorreantes de sangre. Y un día al detenerse ante un crucifijo muy
sangrante le preguntó: "Señor, ¿quién te puso así?", y le pareció que
una voz le decía: "Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que
me pusieron así, Teresa".
Ella se echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese
día ya no vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no
llevan a la santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en la
oración y unas amistades formidables que le ayudarán a llegar a la santidad. Teresa
tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran inclinación a escuchar
sermones, aunque fueran largos y cansones y su devoción por grandes personajes
celestiales. Además de su inmensa devoción por la Santísima Virgen y su
fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente a
dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena.
Para imitar a esta santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada
día en la Pasión y Muerte de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y
en honor de San Agustín leyó el libro más famoso del gran santo "las
Confesiones", y su lectura le hizo enorme bien. Como las
sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el enemigo del
alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía
aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar sería
entregarse incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le
recomendó que para orar con más amor y fervor eligiera como "maestro
de oración" al Espíritu Santo y que rezara cada día el Himno
"Ven Creador Espíritu".
Ella dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace
adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que
lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas
fuerzas".
Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios. Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te dediques tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo sobrenatural".
Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios. Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te dediques tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo sobrenatural".
En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un metro por los aires
(Éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan profundo que se
suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales). Cada visión le
dejaba un intenso deseo de ir al cielo. "Desde entonces – dice ella – dejé
de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Después
de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: "Tan alta
vida espero que muero porque no muero".
Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en
secreto, pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar todo
esto a la gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca y otros la
acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción. San Pedro Alcántara,
uno de los santos más famosos de ese tiempo, después de charlar con la famosa
carmelita, declaró que el Espíritu de Dios guiaba a Teresa. La transverberación.
Esta palabra significa: atravesarlo a uno con una gran herida. Dice ella: "Vi un
ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que ardía al rojo
vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón. Desde ese
momento sentí en mi alma el más grande amor a Dios".
Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir:
demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama
con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también. Al hacer la autopsia
del cadáver de la santa encontraron en su corazón una cicatriz larga y
profunda. Para corresponder a esta gracia la santa hizo el voto o juramento de
hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más
agradable a Dios. Y lo cumplió a la perfección. Un juramento de estos no lo puede
hacer sino personas extraordinariamente santas. En aquella época del
1500 las comunidades religiosas habían decaído de su antiguo fervor.
Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho a la
relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de Ávila tenía 140
religiosas. Santa Teresa exclamaba: "La experiencia me ha demostrado lo
que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante calamidad". Un
día una sobrina de la santa le dijo: "Lo mejor sería fundar una comunidad en que
cada casa tuviera pocas hermanas". Santa Teresa consideró esta
idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo convento, con pocas hermanas
pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en el convento. Una viuda rica le
ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán y
el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El Provincial de los Carmelitas
concedió el permiso.
Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás. Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.
Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás. Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.
Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que
se han hecho famosas. Su autobiografía titulada "El libro de la
vida"; "El libro de las Moradas" o Castillo interior; texto
importantísimo para poder llegar a la vida mística. Y "Las fundaciones: o
historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio
de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus
experiencias espirituales. Tenía pocos libros para consultar y no había hecho
estudios especiales. Sin embrago sus escritos son considerados como textos
clásicos en la literatura española y se han vuelto famosos en todo el mundo.
Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día
siguiente, el 15 de octubre. ¿Por qué esto? Porque en ese día empezó a regir el
cambio del calendario, cuando el Papa añadió 10 días al almanaque para
corregir un error de cálculo en el mismo que llevaba arrastrándose ya por años.
Oración
Oh, Santa Teresa, Virgen
seráfica, querida esposa de Tu Señor Crucificado,
tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso hacia tu Dios y mi Dios,
y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso,
obtén para mi también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo,
las cosas creadas, aún yo mismo,
tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso hacia tu Dios y mi Dios,
y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso,
obtén para mi también,
te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo,
las cosas creadas, aún yo mismo,
porque tu ardiente deseo
era verle adorado
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios.
Amén.
por todos los hombres.
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor,
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios.
Amén.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo y vidente
CONTACTO:
cartasegipcias@gmail.com
TWITTER, FACEBOOK e INSTAGRAM:
cartasegipcias
Tarotista, Astrólogo y vidente
CONTACTO:
cartasegipcias@gmail.com
TWITTER, FACEBOOK e INSTAGRAM:
cartasegipcias
Tal vez te podría interesar:
No hay comentarios:
Publicar un comentario