Oh María sin pecado concebida:
Ruega por nosotros que recurrimos a ti
Ruega por nosotros que recurrimos a ti
Esta fue la santa que tuvo el honor de que
La Santísima Virgen se le apareciera para recomendarle
La Santísima Virgen se le apareciera para recomendarle
que hiciera la Medalla Milagrosa.
Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Santísima Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición. Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir. A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.
Al fin, a
los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa,
y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de
Paúl y se dió cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños
y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso
ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la
comunidad.
Siendo Catalina una joven monjita, tuvo unas apariciones que la han hecho célebre en toda la Iglesia. En la primera, una noche estando en el dormitorio sintió que un hermoso niño la invitaba a ir a la capilla. Lo siguió hasta allá y él la llevó ante la imagen de la Virgen Santísima. Nuestra Señora le comunicó esa noche varias cosas futuras que iban a suceder en la Iglesia Católica y le recomendó que el mes de Mayo fuera celebrado con mayor fervor en honor de la Madre de Dios. Catalina creyó siempre que el niño que la había guiado era su ángel de la guarda. Pero la aparición más famosa fue la del 27 de noviembre de 1830.
Estando por
la noche en la capilla, de pronto vio que la Santísima Virgen se le aparecía
totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia
la tierra. Y le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se
le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las
iniciales de la Virgen MA, y una cruz, con esta frase "Oh María, sin
pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió
ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.
Catalina le
contó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo el
sacerdote empezó a darse cuenta de que esta monjita era sumamente santa, y se
fue donde el Sr. Arzobispo a consultarle el caso. El Sr. Arzobispo le dio
permiso para que hicieran las medallas, y entonces empezaron los
milagros. Las gentes empezaron a darse cuenta de que los que llevaban la
medalla con devoción y rezaban la oración "Oh María sin pecado
concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti", conseguían favores
formidables, y todo el mundo comenzó a pedir la medalla y a llevarla. Hasta el
emperador de Francia la llevaba y sus altos empleados también.
En París
había un masón muy alejado de la religión. La hija de este hombre obtuvo que él
aceptara colocarse al cuello la Medalla de la Virgen Milagrosa, y al poco
tiempo el masón pidió que lo visitara un sacerdote, renunció a sus errores
masónicos y terminó sus días como creyente católico. Catalina le preguntó
a la Santísima Virgen por qué de los rayos luminosos que salen de sus manos,
algunos quedan como cortados y no caen en la tierra. Ella le
respondió: "Esos rayos que no caen a la tierra representan los muchos
favores y gracias que yo quisiera conceder a las personas, pero se quedan sin
ser concedidos porque las gentes no los piden". Y añadió: "Muchas
gracias y ayudas celestiales no se obtienen porque no se piden".
Después de
las apariciones de la Santísima Virgen, la joven Catalina vivió el resto de sus
años como una cenicienta escondida y desconocida de todos. Muchísimas personas
fueron informadas de las apariciones y mensajes que la Virgen Milagrosa hizo en
1830. Ya en 1836 se habían repartido más de 130,000 medallas. El Padre Aladel,
confesor de la santa, publicó un librito narrando lo que la Virgen Santísima
había venido a decir y prometer, pero sin revelar el nombre de la monjita que
había recibido estos mensajes, porque ella le había hecho prometer que no diría
a quién se le había aparecido. Y así mientras esta devoción se propagaba por
todas partes, Catalina seguía en el convento barriendo, lavando, cuidando las
gallinas y haciendo de enfermera, como la más humilde e ignorada de todas las
hermanitas, y recibiendo frecuentemente maltratos y humillaciones.
En 1842
sucedió un caso que hizo mucho más popular la Medalla Milagrosa y sucedió de la
siguiente manera: el rico judío Ratisbona, fue hospedado muy amablemente por
una familia católica en Roma, la cual como único pago de sus muchas atenciones,
le pidió que llevara por un tiempo al cuello la medalla de la Virgen Milagrosa.
Él aceptó esto como un detalle de cariño hacia sus amigos, y se fue a visitar
como turista el templo, y allí de pronto frente a un altar de Nuestra Señora
vio que se le aparecía la Virgen Santísima y le sonreía. Con esto le bastó para
convertirse al catolicismo y dedicar todo el resto de su vida a propagar la
religión católica y la devoción a la Madre de Dios. Esta admirable conversión
fue conocida y admirada en todo el mundo y contribuyó a que miles y miles de
personas empezaran a llevar también la Medalla de Nuestra Señora (lo que
consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra
fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su
sagrada imagen).
Desde 1830,
fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el
convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había
aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los
últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el
sitio donde se le había aparecido (y al verla, aunque es una imagen hermosa,
ella exclamó: "Oh, la Virgencita es muchísimo más hermosa que esta
imagen").
Al fin, ocho
meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a
su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era
la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió,
todo el pueblo se volcó a sus funerales (quien se humilla será enaltecido). Poco
tiempo después de la muerte de Catalina, fue llevado un niño de 11 años,
inválido de nacimiento, y al acercarlo al sepulcro de la santa, quedó
instantáneamente curado. En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a
Catalina Labouré, y con esa declaración quedó también confirmado que lo que
ella contó acerca de las apariciones de la Virgen sí era Verdad.
ORACIÓN I
¡Oh Santa Catalina!, que por tu fidelidad y
generosidad en el servicio de Dios, fuiste elegida para ser instrumento de la
bondad de María, para con el mundo y tus ojos gozaron de la vista de la
Celestial Señora, concedednos que fieles en el servicio de Dios, podamos gozar
en tu compañía, de la eterna visión de Jesús y María en el Cielo. Obtenme de
Jesús, oh Santa bendita, la gracia que de todo corazón imploro.
Amén.
Amén.
ORACIÓN II
Tú, Señor, que concediste a Santa Catalina Labouré
el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a
nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente
nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona
de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Amén
ORACIÓN III
Santa Catalina Labouré, que fuiste elegida como confidente de la Virgen María. Ella te reveló su deseo de que sus hijos llevan la Medalla Milagrosa como señal de su amor por ella y en honor de su Inmaculada Concepción. Intercede por nosotros, para que podamos cumplir los deseos de nuestra madre celestial. Pide que podamos recibir las gracias especiales que se derivan de las manos maternales como rayos de luz.
Santa Catalina Labouré, que fuiste elegida como confidente de la Virgen María. Ella te reveló su deseo de que sus hijos llevan la Medalla Milagrosa como señal de su amor por ella y en honor de su Inmaculada Concepción. Intercede por nosotros, para que podamos cumplir los deseos de nuestra madre celestial. Pide que podamos recibir las gracias especiales que se derivan de las manos maternales como rayos de luz.
Amén.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo y
Vidente
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cartasegipcias
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