27 de Noviembre: Virgen de la Medalla Milagrosa - Cartas Egipcias

sábado, 24 de noviembre de 2018

27 de Noviembre: Virgen de la Medalla Milagrosa




Santa María Madre de Dios,
Consejera de los afligidos
danos la paz que nuestra
alma necesita.


El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, y se le apareció de esta manera: La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina:

"Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan". Entonces alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y una voz dijo a Catalina: "Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven sentirán la protección de la Virgen", y apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.

El arzobispo de París permitió fabricar la medalla tal cual había aparecido en la visión, y al poco tiempo empezaron los milagros. (Lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).

Oración de consagración a la milagrosa
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡oh virgen de la medalla milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi madre, abogada, reina y señora de todas mis acciones y protectora ante la majestad de dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte.
Amén.

Para obtener una gracia especial
¡Oh maría, consuelo de cuantos os invocan! Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a vos, virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia, que dueña de todos los bienes de dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro? Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la medalla milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, madre inmaculada, concededme la gracia que con tanta insistencia os pido.

Para obtener la conversión de un pecador
¡Oh virgen inmaculada, verdadera escala por donde pueden los pecadores llegar al reino de dios! Mostraos tal en la conversión de este infeliz que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina que proyecta vuestra medalla, para que conozca la vida peligrosa que arrastra, la inmensa desventura en que vive alejado de dios y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo, dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón para que llore la ingratitud con que mira a dios, su padre amoroso, y a vos, su tierna y cariñosa madre. Tendedle vuestra mano ¡oh virgen purísima! Arrancadle del cautiverio del pecado, sacadle de las tinieblas en que yace y conducidle al reino de la luz, de la paz y de la divina gracia.

Para obtener la curación de un enfermo
¡Oh maría, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh madre piadosa, a quien la iglesia llama confiada ¡salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos:
la medalla milagrosa le ha curado.

Para dar gracias por un favor recibido
¡Oh dulce y gloriosísima virgen maría! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la medalla milagrosa. ¿Cómo pagaros, madre inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, madre mía, para llevarlo a cabo.


EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo y Vidente
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