La imagen del Santo Niño de la
Cuchilla está hecha de alabastro, representa al divino recién nacido, recostado
en la losa del un sepulcro con el mundo en la mano, y la cabeza reclinada sobre
el brazo derecho en actitud durmiente, con una calavera por almohada. Su tamaño
es de 09 cm. aproximadamente.
Sobre su aparición han surgido muchas
versiones que se han tejido, producto de la tradición oral; pues hay algunas
que a manera de cuento o leyenda. Al hacer una entrevista con la Srta. Josefa
Barrios Mora, nos da un relato de manera verídica y si se quiere con mayor lujo
de detalles sobre la manera cómo el Santo Niño llegó a Zea, quien a pesar de
sus 93 años con una lucidez extraordinaria se puede relatar esta historia,
escuchada de sus propios labios y de manera original. La historia nos señala
que entre los años 1870 – 1877 se conoció en Venezuela como el septenio del
mandato del Gral. Antonio Guzmán Blanco, que en su lucha contra el clero fue
sin duda alguna la más espectacular de sus empresas y el más penetrante esbozo
de su aparente revolucianismo.
La versión que nos da a conocer la
Srta. Josefa Barrios Mora nos reafirma que cuando Guzmán Blanco cerró todos los
conventos y expulsó a todas las religiosas, entre ellas a unas hermanas o
monjas Clarisas que estaban en Mérida, quienes tenían en su poder al Santo
Niño, se fueron huyendo en dirección a Bogotá (Colombia), pero como para ese
entonces no había carretera tenían que ir cambiando bestias, siguieron vía
Lagunillas, Santa Cruz de Mora y llegaron a las Tapias de Bailadores, allí las
alojaron con mucho cariño en la casa de la familia Hernández, quienes les
devolvieron las bestias que traían para que siguieran hacia San Cristóbal,
luego San Antonio del Táchira vía Bogotá donde se encontraban con otras
hermanas de su congregación. Cuando ya se fueron a despedir estas dos hermanas,
una de ellas sacó de uno de sus bolsillos la imagen del Santo Niño y se la
entrego a la familia Hernández, en agradecimiento por el bien que las habían
alojado y pernoctado allí, gesto que no le gusto a la otra hermana Clarisas
quien replicó ¿Por qué vas a dar el Santo Niño? Cuando éste es nuestro y de las
Clarisas de España, a lo que la Hermana que había donado la imagen le contestó
"fíjese que nos han alojado muy bien y no tenemos de qué forma pagarles,
hasta nos dan las bestias para seguir nuestro camino de Bogotá y nos prestan un
peón para que nos acompañen a San Cristóbal y regrese con las bestias, no
tenemos otra forma de que recompensarle", la otra religiosa se quedó
callada y entregaron al Santo Niño a esa familia Hernández.
La familia Hernández luego se fue a
Zea, remontando el camino del Páramo de Mariño y llegaron al sitio conocido
como La Cuchilla y se instalaron cerca de la Laguna de los Osos llevando
consigo el Santo Niño; pero con el transcurrir del tiempo se lo dieron al Sr.
José Anunciación Rondón, quien lo guardó por mucho tiempo en un baúl y no se
supo más de la venerable imagen; pero pasado el tiempo se lo reclamaron los
Hernández, estos eran medio parientes de una familia Vera que vivían en todo el
filo de La Cuchilla, y se llama así, porque es filoso como una cuchilla,
completamente afilada la cresta de la montaña. Así la familia Hernández se lo
dio a la familia Vera que vivió allí, quienes colocaron al Santo Niño en una
tablita, que prendía del techo amarrada por dos cabuyas; se dice que era una
familia sumamente pobre, y no poseían ningún altarcito para colocar la imagen;
pero el Niño comenzó a hacer milagros y la gente le llamó mucho la atención, el
Niño tan lindo. Recuerda la Srta. Josefa Barrios que cuando ella tenía 7 y 8
años (1913) aproximadamente conoció al Santo Niño en un cuartito infeliz
montado sobre una tablita prendido en dos cabuyas.
Cuando en 1935, segunda época del
Padre Ramón de J. Angulo como párroco de Zea, se conoció que este resolvió
hacer un cuartito pero más grande, el Niño estaba en un altarcito y metido en
un nicho y la gente pedía favores y subía a pagar las promesas ofrecidas.
Para el año de 1949 se desempeñó como
cura párroco de Zea el Pbro. Juan Eduardo Ramírez y estaba encargado de la
custodia de los bienes del Santo Niño el Sr. Cruz Pérez quien había logrado reunir
un dinero y se lo llevaban a los Adriani con el propósito de levantar una
Capilla al Santo Niño; esto tuvo el apoyo del Padre Ramírez, quien citó a las
personas más representativas de Zea y crearon la Junta Pro-Capilla del Santo
Niño, la presidió él como párroco, se levantaron los planos para la
construcción de la capilla, la cual fue edificada por unos arquitectos
Italianos de apellido Forchela.
En un documento que reposa en el
Archivo Arquidiocesano de Mérida, en la selección conocida como "Correspondencias
de Monseñor Silva" de fecha 13 de Mayo de 1909, fichado por el Lic. Luis
Ramírez Méndez, quien muy gentilmente me facilitó la información, donde la
monja Fidelia de la Concepción, relata en dicha carta a Mons. Silva, "que
la exclaustración de las monjas Clarisas de Mérida fue el 30 de Mayo de 1874, y
que esta comunidad religiosa la componían la Madre Manuela del Carmen
Uzcátegui, abadesa, la Madre Clara de Santa María Espinoza, Vicaria, Adredela
Concepción de Jesús Briceño; la Madre Josefa de Jesús María y González, la
Madre Josefa del Sagrado Corazón de Jesús Romero, la Madre Fernanda de la
Santísima Trinidad Romero; esas dos eran hermanas, María Gregoria de la Merced
Bargas, Madre Ramona Fidelia de la Concepción Valero, Madre María del Santísimo
Sacramento Pineda, Margarita de los Santos Aguilar y Magdalena Virgen María
Uzcátegui".
Refiere la carta, que luego que fueron
asediadas por los mandatarios y soldados con amenazas de echarlas a la calle y
llevar a la Abadesa a la cárcel; solo se contentaron con quitarles algunas
imágenes y separarlas. Luego resolvieron buscar asilo en otro país, con
dirección al convento de Pamplona (Colombia) entre ellas, la Madre Vicaria,
Clara de Santa María y las Hermanas Rafaela de la Merced, Patrocinio de San Pedro
Alcántara, Tomasa de la Concepción, María Antonia del Niño Jesús, quienes
llegaron a la grita donde permanecieron desde el mes de Septiembre de 1874
hasta Mayo de 1875.
La prueba de que las monjas Clarisas
llevaban la imagen se refleja en un documento que fichado por el Lic. Luis
Ramírez M. el cual reposa en el Registro Principal del Estado Mérida en la
parte correspondiente a Judiciales – Estado Guzmán, Juzgado de Primera
Instancia Nº 25 titulado "Inventario y posesión de los bienes del
extinguido convenio de las Clarisas de Mérida", en junio de 1874. Allí se
puede apreciar que en comunicación con el Ciudadano Juez de 1era Instancia
Pedro L. Godoy, declara "Que no existían los bienes alahas, ni libros del
extinguido Convento, por no haber hecho entrega la Madre Abadesa" tiene
fecha septiembre 19 de 1874. Esto demuestra fehicientemente, que las monjas
Clarisas llevaban consigo algunas imágenes o alahas; y que una de ellas fue la
que dejaron en Las Tapias a la familia Hernández, quienes con el transcurrir el
tiempo llegaron a Zea, descartando así de manera definitiva a los Pérez y se
mandaron a imprimir hojas con la verdadera historia.
Allí comenzó a hacer milagros, se le
erigió su capilla y son muchos los devotos que visitan a Zea para asistir a lo
que allí denominamos "La Bajada del Santo Niño" los 31 de Diciembre.
El 31 de Diciembre de cada año los
Zedeños se preparan para la tradicional bajada del Niño quien permanecerá en el
pueblo hasta el 6 de Enero en que es llevado nuevamente hasta lo más alto de su
Santuario y se celebra su festividad con la asistencia de numerosos creyentes y
devotos que vienen de diferentes partes del país a pagar sus promesas.
¡Bendícenos Santo Niño!
Oración
Te
adoro, amable Niño, el más humilde y el más grande de los hijos de los hombres;
el más pobre y el más rico, el más débil y el más poderoso. Te bendigo porque
te has dignado descender hasta nosotros para ser nuestro modelo en la práctica
de todas las virtudes, nuestro guía en las dificultades de la vida y nuestro
consuelo en los días de aflicción. Te amo porque vienes a mí con un amor
misericordiosamente infinito y generoso que se anticipa a los tardíos impulsos
de mi corazón; con amor paciente que me espera siempre para amarme cada vez con
más ternura. Por eso, con el corazón lleno de agradecimiento, te adoro, te
bendigo y te amo con todo el fervor de mi alma y confiadamente levanto mis ojos
hasta ti, mi Dios, buscando tu mirada llena de misericordia.
Tú
nos has dicho: “Pedid y se os dará”, así pues, mira nuestra presente necesidad
y te pedimos que la remedies de la manera que nos sea más provechosa para
nuestra alma. Nos entregamos a ti, Niño amado, seguros de que no quedará
frustrada nuestra esperanza y que, en virtud de esta promesa, acogerás
benignamente nuestras súplicas y las despacharás favorablemente para mayor
gloria tuya y por amor a nosotros. Amén.
Padrenuestro,
Ave María, Gloria…
EDUARDO LUZ
Tarotista y Vidente
CONTACTO:
cartasegipcias@gmail.com
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