"...declaramos, proclamamos y definimos
que la
doctrina que sostiene que la beatísima
Virgen María fue preservada inmune de toda
mancha de la culpa original en el primer
instante de su concepción por singular gracia
y privilegio de Dios omnipotente, en atención
a los
méritos de Cristo Jesús Salvador del género
humano, está revelada por Dios y debe ser por
tanto firme y constantemente creída por todos
los fieles..."
Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío
IX
La Inmaculada Concepción de
María es el dogma de fe que
declara que, por una
gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su
concepción. En
otras palabras, para acoger el Hijo de Dios, María no podía tener en su corazón un
rastro de duda o de rechazo. Dios necesitaba que el don de su amor
encontrase una fe perfectamente pura, un alma sin pecado. Sólo la gracia (el
don gratuito de Dios) podía prepararla y María es la llena de gracia. Fruto
anticipado del perdón ofrecido por Jesús en la cruz, María (que fue concebida
normalmente por la unión de su padre y su madre) es inmaculada, purade todo
pecado y preservada de esta separación con Dios que marca el hombre desde el
principio de su existencia, el pecado original.
La Concepción…
Es el momento en el cual Dios crea
el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La
concepción es el momento en que comienza la vida humana. Cuando hablamos del
dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús
quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó
preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue
concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir, María es la
"llena de gracia" desde su concepción.
La Encíclica "Fulgens corona",
publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la
definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un
momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la
gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha
hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos
durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de
la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la
Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»
Fundamento Bíblico…
La Biblia
no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco
menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los
Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la
Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se
interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica. El primer pasaje
que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la
Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium,
donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo,
la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella
será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el
pecado.
Solo el
hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe
la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto,
contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a Él se
manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su
Madre Virginal. En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le
dice a la Santísima Virgen María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.». Las palabras en español "Llena de gracia" no
hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene" y
significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en
unión con Dios. Aunque este pasaje no "prueba" la Inmaculada
Concepción de María ciertamente lo sugiere.
El Apocalipsis…
Narra sobre la «mujer vestida de
sol» (Ap 12,1). Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza
plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es
toda esplendor porque no hay en ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo
del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de
Dios con su pueblo. En el
siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero
en Nápoles y luego en Inglaterra. Hacia el año 1128, un monje de Canterbury llamado
Eadmero escribe el primer tratado sobre la Inmaculada Concepción donde
rechaza la objeción de San Agustín contra el privilegio de
la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la transmisión del pecado
original en la generación humana.
La castaña, escribe Eadmero, «es concebida,
alimentada y formada bajo las espinas, pero que a pesar de eso queda al
resguardo de sus pinchazos». Incluso bajo las espinas de una generación que de
por sí debería transmitir el pecado original, María permaneció libre de toda
mancha, por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y
lo quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo». Los grandes teólogos del siglo XIII
presentaban las mismas dificultades de San Agustín: la redención obrada por
Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a todos los
seres humanos. Si María no hubiera contraído la culpa original, no hubiera
podido ser rescatada. En efecto, la redención consiste en librar a quien se
encuentra en estado de pecado.
El franciscano Juan Duns Escoto, al principio del siglo XIV, inspirado en algunos teólogos del siglo XII y por el mismo San Francisco (siglo XIII, devoto de la Inmaculada), brindó la clave para superar las objeciones contra la doctrina de la Inmaculada Concepción de María. El sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso: Cristo la redimió preservándola del pecado original. Se trata una redención aún más admirable: No por liberación del pecado, sino por preservación del pecado. Escoto preparó el camino para la definición dogmática. Dicen que su inspiración le vino al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).
¿A Dios le convenía que su
Madre naciera sin mancha del pecado original? - Sí, a Dios le convenía que su
Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.
¿Dios podía hacer que su Madre
naciera sin mancha de pecado original? - Sí, Dios lo puede todo, y por tanto
podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.
¿Lo que a Dios le conviene
hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene
hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.
Entonces Scotto exclamó: Luego
Para Dios era mejor que su
Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
Dios podía hacer que su Madre
naciera Inmaculada: sin mancha.
Por lo tanto: Dios hizo que
María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo
es mejor hacerlo, lo hace.
Méritos…
María es libre de pecado por los
méritos de Cristo Salvador. Es por El que ella es preservada del pecado. Ella,
por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba
salvación, que solo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por
adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y
omnipotencia de Dios.
Frutos…
María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal. María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido. El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo.
María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal. María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido. El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo.
La Madre de Cristo debía ser
perfectamente santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la
gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con todo su
ser a la voluntad de Dios. A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el
privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y
del pecado, miran los cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la
santidad que están llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en
su vida. En torno a las ideas de Escoto se suscitó una gran controversia.
Después de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la Concepción,
esa doctrina fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas.
El Papa Sixto IV, en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente.
El Papa Sixto IV, en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente.
Oración a la Inmaculada
Concepción Virgen María
Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén"
Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén"
Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre
de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado
y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha
obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en
vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.
A Vos, oh Virgen santísima, lo entrego, en
presencia de los nueve coros de los ángeles y de todos los santos; Vos, en mi
nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy
seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús,
imitando perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo
esposo. Amén.
EDUARDO LUZ
Tarotista,
Astrólogo y Vidente.
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cartasegipcias
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