Walburga es considerada la santa
que lucha contra la hambruna, los demonios y las brujas oscuras. Nace en Wessex
(Inglaterra) cerca del 710. La leyenda dice que era hija del mítico rey san
Ricardo el Sajón —un rey de los sajones occidentales— y de Winna, hermana de
san Bonifacio, apóstol de Germania. Cuando su padre partió en peregrinación
hacia Roma junto con sus dos hermanos —los también legendarios San Willibaldo y
San Winibaldo—, Walburga, entonces de once años de edad, quedó bajo el cuidado
de la abadesa de Wimborne. Pasó 26 años encerrada en el convento inglés,
preparándose para las hazañas que llevaría a cabo en Alemania. Gracias a la
educación que recibió en Winborne, Walpurga pudo más tarde escribir en latín la
Vida de san Winibaldo y los viajes de san Willibaldo por Palestina. Eso la
convertiría en la primera escritora de Inglaterra y Alemania.
Apenas un año después de su
arribo, recibió noticias de la muerte de su padre el rey Ricardo en Lucca
(Italia). Durante este periodo, San Bonifacio estaba sentando los cimientos de
la iglesia en Germania. Walburga viajó a Wurtemberg para asistir a San
Bonifacio. Se hizo monja y vivió en el convento Heidenheim, que había sido
fundado por su hermano san Willibaldo. Se encontraba en el actual distrito de
Weißenburg-Gunzenhausen, vecino al distrito de Eichstätt, en Baviera, que en
esa época formaba parte del Imperio franco.
Bonifacio fue el primer misionero
que pidió ayuda a las mujeres. En el año 748, en respuesta a su pedido, la
abadesa Tetta envió a Germania a santa Lioba y santa Walburga, junto con muchas
otras monjas. Partieron del puerto británico con buen clima, pero se desató en
el viaje una terrible tempestad. Walburga se arrodilló en el puente de la nave
y oró, y rápidamente el mar se calmó. Al arribar al puerto en el continente,
los marineros proclameron el milagro que habían presenciado, por lo que
Walburga era recibida en todas partes con veneración.
En la iglesia de Amberes hay una
tradición que dice que la santa pasó algún tiempo allí, en su viaje hacia
Alemania. En la iglesia más antigua de la ciudad, que ahora se llama de santa
Walburga), se encuentra una gruta donde se dice que la santa rezaba. Esta misma
iglesia, antes de adoptar el Oficio Romano, acostumbraba a celebrar la fiesta
de la santa Walburga cuatro veces al año.
En Maguncia la santa fue recibida
por su hermano san Willibaldo y por su tío san Bonifacio. Después de vivir
algún tiempo bajo la tutela de santa Lioba en Bischofsheim, fue nombrada
abadesa de Heidenheim, y así quedó cerca de su hermano favorito, san Winibaldo,
que regentaba un monasterio allí. A la muerte de Winibaldo, ella quedó a cargo
también de su monasterio. El 23 de septiembre del 776, asistió a su hermano
Willibaldo a trasladar los restos de su otro hermano Winibaldo. Descubrieron
que no había trazas de putrefacción en las reliquias.
Un par de años después Walburga
cayó enferma y —confortada por san Willibaldo— falleció en Heidenheim el 25 de
febrero de 779, y ese día se celebra su fiesta en el calendario católico;
aunque en algunos sitios —como Finlandia, Suecia y Baviera (sur de Alemania)—
su fiesta se conmemora el día del traslado de sus reliquias, el 1 de mayo.
San Willibaldo puso su tumba al
lado de la de san Winibaldo. Willibaldo sobrevivió hasta 786. Después de su muerte,
la devoción hacia santa Walburga declinó gradualmente y su tumba se fue
arruinando.
Canonización:
Hacia 870, Otkar, el obispo de
Eichstätt, mandó restaurar la iglesia y el monasterio de Heidenheim, que se
encontraban casi en ruinas. Declaró que la santa se le había aparecido y lo
había amenazado debido a que su tumba había sido profanada por los
trabajadores. Entonces se realizó el traslado ritual de sus restos hasta
Eichstädt el 1 de mayo de 870. Con este traslado se inició la veneración
pública de Walburga como santa (en esta época todavía no se había establecido
el proceso formal de canonización). Sus restos fueron instalados en la Iglesia
de la Santa Cruz (ahora llamada Iglesia de Santa Walburga).
En el año 893 el obispo
Erchanbold, sucesor de Otkar, abrió la tumba para extraer una porción de su
cuerpo como reliquia para regalarla a Liubula, la abadesa de Monheim. Encontró
que el cuerpo estaba inmerso en un precioso óleo que —excepto en la época en
que Eichstädt quedó en interdicto y en una ocasión en que unos ladrones
lastimaron al encargado de retirar el aceite (y probablemente también de
ponerlo)—, continuó fluyendo de su cuerpo (especialmente de sus pechos). Estas
declaraciones hicieron que la santa fuera contada entre los elaephori (santos generadores
de aceite). Partes de su cuerpo fueron repartidos a muchas ciudades, como
Colonia, Amberes, Furnes, mientras que su óleo ha sido repartido a todos los
rincones del globo.
Milagros
y Leyendas:
En el siglo IX un monje de
Monheim (Baviera) cuenta la milagrosa historia de la joven Friderada, que se
había curado en el santuario de santa Walburga de una extraña enfermedad (que
ahora se diagnosticaría como anorexia). Tras un periodo de apetito voraz,
Friderada rechazaba los alimentos sólidos y vomitaba los productos lácteos que
ingería. Al poco tiempo dejó por completo de comer. Fue llevada al santuario
bávaro, donde quedó curada milagrosamente por santa Walburga. Años después se
vendía en toda Europa un “famoso aceite de Walpurgis”, que se decía que había
empezado a brotar de la tumba de la santa poco después de que fuera enterrada
en el año 779. Decían los vendedores que este líquido maravilloso poseía una
poderosa influencia contra el poder de las brujas.
Noche
de Walpurgis:
Otro rito de purificación y
defensa que se relacionaba con santa Walburga, era el encendido de hogueras
contra los poderes malignos a lo largo de la noche entre el 30 de abril y el 1
de mayo. Esta pagana Noche de Walpurgis se sigue celebrando en esa noche de
primavera (previa a la fiesta de santa Walburga), cuando las brujas pueden
celebrar sus fiestas paganas antes de ser barridas por el amanecer del día de
la santa. El escritor alemán Wolfgang Goethe retrató de manera detallada y
espeluznante esa noche de Walpurgis en su Fausto.
Oración:
Santa
Walburga, tú que estás en la gloria del cielo,
te
ofrezco mi devoción, llena de confianza en Jesús.
Dios
te ha agraciado con el don de sanar,
de
fortalecer y de consolidar, y ahora yo te ruego que me sanes,
me
fortalezcas y me consolides.
Por
el amor de Jesucristo.
Amén.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
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