Ha sido difícil, pero a pesar de
ello, aún nos mantenemos de pie, luchando e intentado sobrevivir a una agonía
que no nos deja vivir en normalidad. Efectivamente nuestro país dejó de ser
normal hace mucho tiempo y ahora mismo vive al límite, pero esos límites nos
están llevando a que tomemos decisiones apresuradas y sin conciencia, para
perdernos en el abismo misterioso del olvido. Recuerdo muy bien las palabras
del filósofo alemán, Friedrich Nietzsche:
‘Dios ha muerto’, y realmente no se
ha equivocado. Sus palabras, incluso, ahora, después de tanto tiempo siguen tan
vigentes y reales en una sociedad tan convulsa y maltratada como la nuestra.
Cuando decidí escribir este
artículo no sabía por dónde empezar, por eso tomé la frase de Nietzsche, para
poderle dar sustento y razón a mis palabras, porque incluso, en estos momentos,
se mantienen como una bandera que ondea en el desierto y que muy pocos se
atreven a travesar para tomarla y volver con ella victorioso. Es difícil, de
eso no hay duda, pero hemos perdido cualquier tipo de foco, de razón y de
conciencia. La sinrazón, la locura pausada y la desesperación han dejado una
sociedad desolada, sin esperanza, sin fe y sobretodo, sin sentido de
pertenencia. Estamos ante los tiempos de la creencia del todo por el nada, de
aquellos que el filósofo alemán llamaba el nihilismo. Cualquier sentido que
rige la vida, se ha perdido. Es momento de que miremos nuestro entorno y
observemos con detalle lo que sucede, para que de ese modo podamos sacar todo
aquello que hemos aprendido de este caos, porque, efectivamente, hay una
lección en todo esto.
Varias historias he leído.
Historias verdaderas, relatos de personas que viven o intentan sobrevivir en
medio de este caos. Incluso, muchas personas se acercan a mí pidiendo ayuda
para poder seguir sobreviviendo en estos tiempos. A cada uno ayudo, guio y
trato de enseñar el camino correcto para que pueda alcanzar la paz, la armonía
y la elevación que necesita. Porque en estos momentos, debemos aprender a
conectarnos con la espiritualidad. Hace poco un amigo psicólogo me comentaba
sobre ciertos pacientes que habían llegado a su consultorio con infinidad de
problemas, preocupaciones, estrés y demás. Todo caía esencialmente a la
situación país. Mi amigo me comenta la historia de un paciente muy peculiar, me
dice que él solo escuchaba con detenimiento todo lo que el joven le decía y
demás, porque ese es su deber. Ahí estuvo compartiendo y conversando hasta que
al final, lo único que pudo decirle fue: ‘¡Busque a Dios!’.
Él me explica que desde su
posición como científico ha estado observando como muchas personas han venido
enfermando por una falta, quizás, de espiritualidad, determinación e incluso de
autocomprensión. Él prefiere mandar a sus pacientes a que, a través de
cualquier religión, busquen a Dios, porque en estos tiempos, en donde el mal,
visto no como un ente resurgido del infierno, sino como un ente que nace de la
parte inconsciente de nuestra mente, se ha venido apoderando de todos nosotros.
Dios
ha muerto. Desde hace mucho tiempo hemos perdido
la fe, hemos olvidado esa energía suprema, primigenia y encantadora de donde
devenimos todos nosotros. Incluso, hemos dado fuerza a esta frase tan poderosa
que Nietzsche ya nos había dicho desde hace un tiempo. Nuestra búsqueda por sobrevivir
y por seguir de pie, nos ha llevado a que nos olvidemos de Dios, pero no de un
Dios visto como un ente supremo, magnánimo y único. Me refiero al Dios que
habita dentro de nosotros, a esa energía suprema que nos mantiene de pie y que
por falta de inconciencia hemos dejado de cultivar, alimentar, trabajar. Nos
enfrentamos a un período en donde la falta de fe a nosotros mismos, a nuestra
energía y a nuestra capacidad de resolver problemas nos ha llevado a
sumergirnos en momentos en donde el dolor y la tristeza imperan por sobre todas
las cosas.
Tenemos que empezar, desde ahora,
a comprender el valor espiritual que tiene el mundo que nos rodea. Louise Hay
suele decir que las enfermedades que se manifiestan a nivel físico es por un
problema que se desarrolla a nivel espiritual. Por esa razón, el paciente de mi
amigo había sentido de todo pero por una falta de espiritualidad organizada,
por falta de una armonía con él, con su Dios, con su alma y con su
espíritu. Tenemos que aprender a vivir
en armonía. Las historias son particulares y los momentos son difíciles, pero
tenemos que aprender a cultivar ese Dios que habita en todos nosotros. Tenemos,
incluso, que saber muy bien, que el valor esencial de la vida inicia al
comprendernos a nosotros mismos, porque solo así podremos seguir sobreviviendo.
Por muy difícil que sea el camino, nadie puede rendirse en su lucha por seguir
de pie ante la adversidad.
Recordemos que el surgimiento de
la frase: ‘Dios ha muerto’, nace como el principio de Nihilismo, en donde los
dogmas y los sistemas que nos cobijaban se desmoronaban ante un mundo que
después de tanto, habría los ojos y nos mostraba una realidad cruda, pero real
en toda su magnificencia. Se nos pone, después de tanto, la negación de uno o
más de los supuestos sentidos de la vida. Negamos todo, y estamos ante el mundo
en una creencia del nada, por el todo, o quizás del todo por el nada. Nos
empezamos a enfrentar a una sociedad en donde la fe se convierte en un cadáver
putrefacto, y la razón será aquella que en medio de su mundo senil aun trata de
decir cosas de manera lucida en una sociedad, en donde quizás, la razón y la fe
ya no se volverán a encontrar.
Nos hemos convertido en una
especie de muertos vivientes, que intentamos sobrevivir en un país que dejó de
ser normal hace muchos años. Nos hemos convertido en esa figura que cuestiona
todo sentido, racional o no, de la vida. Para nosotros, los objetivos se han
enfocado en intentar perdurar en el tiempo a pesar de la escasez, del hambre,
de intolerancia y demás. Ya nadie vive, y pasará mucho tiempo para que podamos
vivir. Debemos aprender a trabajar esa energía espiritual que nos mueve.
Tenemos, que, incluso, tratar de regresar a lo primigenio y con esto no digo,
que salgamos en manada a iglesias, altares, salones de culto, sino que
simplemente hagamos una especie de introspecciones para que podamos:
1. Comprender lo que sucede en
nuestro entorno.
2. Conozcamos lo que nos llevó a
esto.
3. Aprendamos las lecciones que
esto nos ha dejado.
4. Veamos las soluciones que
podamos dar, desde nuestra posición.
Hay algo que aprender, muchos ya
lo han comprendido, otros apenas lo están por asimilar y demás. Pero esta
sociedad, esta generación, este momento tenía que pasar. Debíamos entender
muchas cosas como nación, para que en los tiempos venideros, veamos con amor,
respeto, compromiso y sobretodo, con sentido pertenencia las bondades que estas
tierras nos brindaran. No es momento de quejarnos, ni de mucho menos vivir
llenos de odio. Todo pasará y en la biblia dice: ‘No te impacientes a causa de
los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba
serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán’.
Así que no dejemos que el odio,
la parte negativa, la maldad y el resentimiento se apoderen de nosotros.
Debemos ser ejemplo de paz, de amor, de libertad pero sobre todo, de
espiritualidad. Pero no significa, que por esa razón dejes de luchar y de hacer
las cosas con honestidad y con el bien que te han caracterizado. Debemos
resucitar a ese Dios que ha muerto, debemos olvidarnos del nihilismo y vernos
ante la creencia de todo por el todo y de la razón y la fe, por el todo.
Es hora de que mires a tu
alrededor, observes y detalles, pero sobretodo, que agradezcas por las bondades
que hasta ahora has recibido en el camino, porque hoy por hoy, si por alguna extraña
razón estás leyendo este artículo, es porque así el universo lo decidió y
porque ahora mismo, quizás no hayas comprendido el proceso que estamos
viviendo, e incluso, necesitas entender que hay algo que debes aprender para de
ese modo puedas estar en paz contigo mismo. Así que cultiva el amor, la paz y
la libertad. Cultiva tu Dios.
Dios ha resucitado.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
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