Saulo, el futuro San Pablo,
nacido en Tarso de Cilicia, hacia el año 8 de la Era Cristiana, pertenecía a
una familia judía de la diáspora o dispersión y, como tal, estaba sólidamente
formado en la Ley judaica. Pronto pasó Saulo a Jerusalén, a completar su
educación rabínica, y su maestro fue el más autorizado rabino de entonces,
Gamaliel el Viejo. Su gran talento le afianzó rápidamente en los principios de
la Ley antigua, que cita constantemente de memoria y con gran exactitud. Su
carácter impetuoso le lanza a un fanatismo exagerado, en legítima defensa de la
Ley y tradiciones ancestrales. En las sinagogas de Cilicia debió de conocer la
doctrina de la nueva fe cristiana, por la predicación de San Esteban, y su celo
e impetuosidad le llevaron a unirse a los perseguidores de ello, convencido de
que defendía la causa de Dios.
Por aquel tiempo se había ya
constituido en Damasco un grupo importante de la nueva comunidad cristiana, del
que pronto tuvo noticia Pablo, que contaba por entonces unos veintiséis años de
edad. Con su afán de exterminio pidió al príncipe de los sacerdotes unas cartas
de presentación para Damasco, a fin de apresar a los adeptos de la nueva fe. Más
todo había de suceder de muy distinta manera. Obtenidas las cartas, Pablo y sus
compañeros se acercaban va a Damasco, cuando de pronto una luz del cielo les
envolvió en su resplandor. Pablo vio entonces a Jesús. A su vista cayó en
tierra y ovó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Atemorizado
y sin reconocerlo, Pablo preguntó: «¿Quién eres Tú, Señor?». Y el Señor le
dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa es para ti el dar coces
contra el aguijón».
Saulo, entonces, temblando,
teniendo ante sí la sangre de Esteban y todas sus persecuciones, otra vez
preguntó: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Y respondió Jesús: «Levántate y
entra en la ciudad, donde se te dirá lo que debes hacer». Los compañeros de
Pablo estaban asombrados. Oían, pero sin ver a nadie; y como al levantarse
Pablo estaba ciego, le cogieron de la mano y le condujeron a la ciudad, donde
permaneció tres días atacado por la ceguera y sin comer ni beber nada. Recobrada
milagrosamente la vista, se retiró a la Arabia por un tiempo, y allí, antes de
volver a Damasco, permaneció entregado a la oración y en trato íntimo con el
Señor. Regresó luego a la ciudad, entrando de lleno en su función de apóstol y
en su gran labor evangelizadora.
Cuando empezó a predicar,
directamente y sin rodeos, la doctrina de Jesús, y a proclamar que Jesucristo
es el verdadero Dios y el Mesías prometido, los judíos de Damasco decidieron
perderle y lograron del etnarca del rey Aretas que pusiese guardias a las
puertas de la ciudad para que no pudiera escapar, mientras le perseguían
dentro. «En vista de lo cual, los discípulos, tomándole una noche, le
descolgaron por un muro, metido en un serón”. Desde entonces su vida apostólica es una
cadena de persecuciones, de grandes dificultades; pero, al mismo tiempo, de
grandes triunfos para la causa cristiana.
Gracias al título de ciudadano romano,
cuyos privilegios hizo valer, se libró de ser azotado; luego, después de dos
años de estar preso en Cesárea, logró terminar su encarcelamiento apelando al
César. Fue trasladado a Roma. En la travesía naufragó la embarcación que le
llevaba. No llegó a la capital del imperio hasta principios del año 61. Su
proceso duró otros dos años. Durante este tiempo pudo morar en una casa
alquilada, recibir muchas visitas, y entregarse por completo al ministerio de
la palabra, convirtiendo a muchos gentiles. Por fin se pronunció sentencia
absolutoria en la causa que se le seguía. Entonces Pablo se aleja de Roma y es
tradición —robustecida por sus propios escritos en que consigna sus planes de
apostolado— que vino a España, donde permaneció una temporada.
Vuelve después a sufrir
cautiverio en Roma, a fines del año 66, en plena persecución de Nerón. Se le
encierra entonces en una prisión terrible, en la que se le condenó a una
absoluta inactividad e incomunicación. Debió padecer muchísimo al encontrarse
paralizado. Supo, no obstante, doblegarse a la voluntad del Señor, que le tenía
destinado, como a Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, a una muerte próxima.
Según la tradición más admitida,
los dos fueron inmolados el mismo día, en el año 67; Pedro, crucificado cabeza abajo
en la colina del Vaticano; Pablo, decapitado en la Vía Ostiense, en la llanura
que la separa del Tíber. La vida y la obra de San Pablo se nos presentan con un
relieve tan prodigioso, que nadie podrá contemplarlas nunca en toda su
espléndida complejidad. «El mundo no verá jamás otro hombre como Pablo» dijo
San Juan Crisóstomo, el más ilustre de sus admiradores. La palabra y el ademán
de Pablo, su vigor y fulgor místicos, subyugaban de una manera fulminante. Y
fue incomparable la clara sutileza de su inteligencia.
Dialéctico formidable, no disputa
por puro placer, sino para lanzar las almas a Dios. Ahí está su sublime
originalidad. «Discurre de una manera violenta, rápida, intuitiva —ha dicho muy
justamente un autor—; dramatiza sus argumentos, los deja sin completar,
arrastrado por el torbellino de las ideas, y lo mismo sus premisas que sus
conclusiones se nos presentan tumultuosamente y de improviso”. Todo ello
comprobaremos si nos afectamos a la lectura de sus «Epístolas»: cartas
dirigidas a diversas iglesias y personalidades, en las cuales deja resueltos
numerosos problemas y condensa toda la moral cristiana; en las cuales expone
una teología cuya inmensidad no ha podido abarcar todavía ningún comentarista,
una teología siempre precisa y nunca vacilante, «que nos lleva —como se ha
dicho magníficamente— de misterio en misterio, de claridad en claridad, como
reflejando en un espejo la gloria del Señor».
Patrón: Roma, cordeleros,
alfombreros, teólogos, trabajadores de relaciones públicas, fabricantes de tiendas
de campaña, contra calambres, convulsiones, para la fertilidad de los campos,
contra el granizo, contra el temor, de la prensa católica.
ORACIÓN
Glorioso
apóstol San Pablo, vaso escogido del Señor para llevar su santo nombre por toda
la tierra; por tu celo apostólico y por tu abrasada caridad con que sentías los
trabajos de tus prójimos como si fueran tuyos propios; por la inalterable
paciencia con que sufriste persecuciones, cárceles, azotes, cadenas,
tentaciones, naufragios y hasta la misma muerte; por aquel celo que te
estimulaba a trabajar día y noche en beneficio de las almas y, sobre todo, por
aquella prontitud con que a la primera voz de Cristo en el camino de Damasco te
rendiste enteramente a la gracia, te ruego, por todos los apóstoles de hoy, y
que me consigas del Señor que imite tus ejemplos oyendo prontamente la voz de
sus inspiraciones y peleando contra mis pasiones sin apego ninguno a las cosas
temporales y con aprecio de las eternas, para gloria de Dios Padre, que con el
Hijo y el Espíritu Santo vive y reina por todos los siglos de los siglos.
Amén.
Oración a San Pedro y
San Pablo
¡Oh
santos apóstoles Pedro y Pablo! Yo os elijo hoy y para siempre por mis
especiales protectores y abogados; y me alegro humildemente tanto con Vos, san
Pedro, príncipe de los Apóstoles, porque sois la piedra sobre la cual edificó
Dios su Iglesia; como con Vos, san Pablo, escogido por Dios para vaso de
elección y predicador de la verdad en todo el mundo. Alcanzadme, os suplico,
una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta; atención en el orar,
pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento
de las obligaciones de mi estado, constancia en los propósitos, resignación a
la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte; para
que mediante vuestra intercesión y vuestros méritos gloriosos, pueda vencer las
tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, me haga digno de presentarme
ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo, que con elPadre y el
Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, para gozarle y amarle
eternamente.
Amén
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
CONTACTO:
TWITTER, FACEBOOK e
INSTAGRAM:
cartasegipcias
Tal
vez te podría interesar:
No hay comentarios:
Publicar un comentario