Este
artículo lo escribí en el año 2016 y
aún sigue
tan vigente como
aquella
primera vez…
Esta sección ha nacido con la finalidad de
nutrir nuestros conocimientos y sobretodo, saber caldear las energías que nos
permitan timonear los acontecimientos que a diario vivimos como seres humanos,
como ciudadanos de este mundo. Sabemos que estamos en momentos complicados
para todo el mundo, las energías que se respiran están viciadas por
ciertos factores como el resentimiento, el odio, el miedo, la venganza, la
viveza y demás.
Nos enfrentamos a los momentos oscuros de
nuestra contemporaneidad, debemos luchar con un monstruo que día a día nos
agobia y nos atormenta, pero lo realmente importante, es saber reponernos ante
ella. Estamos evolucionando, y eso lo sabemos, pero lo realmente
fundamental de todo es que, a pesar de los acontecimientos vividos, tenemos que
ser siempre consecuentes con nuestros principios y nuestras ganas de seguir,
porque el hecho de existir representa eso, poder sobrevivir en medio de los
embates que a diario nos encontramos.
En esta ocasión, quiero que toquemos un tema
realmente fascinante e importante, un tema que, en el caso de Venezuela está
formando parte, es el día a día. Se vive y se respiran momentos de cambio, de
transformación, se está ante momentos de lucha y momentos de crecimiento a la
vez. Debemos ser conscientes de que, a diario vivimos cambios profundos y
significativos, cambios que nos transforman, nos hacen fuertes, débiles, nos
llenan de tristeza, de felicidad y de odio, pero a fin de cuentas, nos llena de
muchísimo angustia, porque el simple hecho de no saber qué hacer, nos
lleva a vivir en una profunda disyuntiva sobre lo que la razón pide, pero
también sobre lo que el corazón manifiesta.
Desde hace días he venido leyendo en las redes
sociales el repudio significativo y constante que un grupo de personas
manifiesta sobre aquellos que salen del país, que huyen despavoridos en busca
de un mejor futuro para sí mismos y para los suyos. Me aterra lo que día a día
leo, me aterra saber que el odio carcome a muchos en este gran país. Lamento
profundamente ver como la nación de Bolívar se ha dividido producto del odio
que sembró el señor de Sabaneta. Es doloroso ver, como ya hemos perdido
cualquier tipo de respeto y sentido de solidaridad y amor por nuestros propios
compatriotas. Ya nadie respeta al otro, ya nadie valora los esfuerzos del otro
y mucho menos se respeta así mismo como miembro de la nación.
Muchos creen poseer la verdad, todos creen y
consideran que lo que ellos dicen o hacen es lo correcto y realmente estamos
equivocados. Hacer lo correcto implica tomar decisiones en donde no dañes a
nadie y dime… ¿tú crees que la persona que se va está haciendo daño a alguien?
Quizás a su familia, a sus seres queridos, porque les deja una profunda
tristeza, una desazón que no es fácil de sobrellevar. Nadie tiene el derecho de
decirle a otras personas que se quede, nadie puede juzgar al otro porque se va
del país, nadie puede refutar esa decisión o… ¿Aquellos que se van te refuta la
razón por la que te quedas? Cada día me impresionó más por la cantidad
de venezolanos que huyen del país, las estadísticas son asombrosas y cada día
siento un profundo terror, miedo, angustia, siento que el país se queda sin
ciudadanos y pienso: ‘Dios qué difícil debe empezar de cero’.
Respeto profundamente al que se va, porque la decisión de dejar su tierra, su
gente, a su familia, hijos míos, no es y ni será fácil.
Las verdades jamás serán absolutas, y el
respeto siempre debe ser una constante y más ahora, en donde el país está
dividido y destruido tanto social, cultural y moralmente. Necesitamos recuperar
los valores extraviados en nuestra mente. Debemos saber entender al otro y
sobretodo, respetarlo. Nadie sabe cuál ha sido el motivo por el cual, aquel
joven, aquella familia, aquel personaje cruzó la obra ‘cromointerferencia de color
aditivo’, a fin de cuentas, cada cabeza es un mundo. Las experiencias
son las que nos lleva a crecer y a tomar decisiones importantes, es ella la que
nos hace ser personas grandes, soñadoras y con fuerza de voluntad.
La decisión de irse, no es y nunca será fácil,
pero en tiempos, lugares, momentos como los que se viven en Venezuela, parece
ser una opción que seduce a más de uno y lo llena de ánimos para conseguir un
mejor futuro, un futuro que quizás se les ha negado aquí. Y sí, efectivamente
así ha estado sucediendo, los sueños de la juventud han sido robados;
ya ningún joven, con un sueldo básico en Venezuela puede soñar a una casa, un
carro, a un viaje, no puede soñar, porque la realidad del país es otra.
Entonces, ahí recae la gran disyuntiva: ¿Por
qué decirle a un joven: ¡Quédate luchando que esto pasará!? Es difícil,
hacerle saber a un joven que tiene entre 20 y 27 años, que esto pasará que se
quede luchando que pronto pasará. Se les está yendo la juventud, los mejores
momentos de su vida, se le va su vida en un constante lucha, una lucha fuerte,
una lucha por sobrevivir. ¡Es difícil!
Gran parte de estos jóvenes, soñadores,
jóvenes que han tenido como objetivo irse del país y que han trabajado para
lograrlo, se ven movidos por varias cosas, que todos conocemos, inseguridad,
escasez, salud, economía. Cosas tan básicas como la salud y la comida han
motivado a gran parte de estos jóvenes a que un día se levanten y digan: ¡Me
voy del país!
Ellos deberían estar enfocados en vivir su
juventud de manera plena, tranquila, soñar en sus hogares, en tener su carro,
en tener sus propias cosas, pero se han dado cuenta que aquí no pueden. Es
difícil, es difícil, queridos hijos, decirle a un joven que está saliendo de la
universidad y ver que no consigue empleo y que cuando lo consigue no le alcanza
para vivir un mes, es difícil, es difícil decirle: ¡Quédate! Son jóvenes, son
emprendedores, de espíritu libre y rebelde, son personas movidas por los sueños,
movida por las ganas de tener un mejor futuro y contra eso, nadie puede
luchar.
Es triste ver, como familias enteras están
regadas por el mundo. Venezuela vive un éxodo, salimos huyendo del país hacia
una tierra prometida. Buscamos incansablemente llegar a una tierra nueva, a una
tierra que nos promete comida, salud de calidad, seguridad, una tierra que nos
de lo que nuestra país no nos ha podido dar, o mejor dicho, que nos ha robado.
Una vez más… Nadie es quien para juzgar, hay miles de razones para irse, y
otras tantas más para quedarse, lo cierto es que, cada quien le pone el
esfuerzo a lo que considere más oportuno para sí mismos.
¿Cuántas madres, hijos,
hermanos, primos, tías han llorado en el aeropuerto? Es un
dolor inalcanzable que muy pocos pueden explicar, el miedo está, el no saber si
las cosas saldrán bien aterra y el simple hecho de adaptarse a algo nuevo
también agobia. Desde la comida, el clima, la gente, son tantos factores que se
deben tomar en cuenta, que el hecho de irse y empezar de cero, podría llamarse
una hazaña heroica.
Hace poco leí en alguna parte, una frase que
me impactó muchísimo por la verdad tan cruel que ahí se plasma, la frase decía,
citando textualmente: ‘Emigrar es difícil, quedarse en Venezuela
también es difícil, solo tú eliges cual difícil quieres’. Esa frase me
derrumbo, literalmente me derrumbo. Sentí un frío, una sensación extraño entre
tristeza y rabia. Una vorágine de emociones me invadió y me lleno de
impotencia, de dolor y de mucha angustia.
Es doloroso, pero es una realidad que nadie
puede tapar, es una realidad tan tangible, que debemos saber respetar, es
imperativo que la respetemos, ya que es parte de esto, de nuestro crecimiento
como ciudadanos, como personas de este país. Debemos aprender del que se va,
como del que se queda, debemos saber que en este mundo todo es
necesario, todo es fundamental y que todo responde a nuestra propia naturaleza.
Hijos de luz, el ser humano por antonomasia es
un nómada, los primeros hombres que habitaron la tierra representa el mejor
ejemplo de ello, ellos se han movido motivados por el hambre, por el deseo de cubrir sus
necesidades básicas y así funciona nuestra naturaleza, cosa que no
podemos tapar con un dedo. Venimos de ahí, de los hombres que buscaban tierras
fértiles, agua, comida y ahora mismo, estamos así, nos movemos buscando lo
básico para vivir y eso, se debe respetar.
Para el que se va no es fácil
pero tampoco para el que se queda. He
leído historias de fracasos, de gente que se ha tenido que devolver porque las
cosas no funcionaron, o porque simplemente tentó a su propio destino y fue en
contra de él. Muchos jóvenes me han dicho: ‘Eduardo, prefiero llegar a limpiar baños,
lavar platos que seguir en Venezuela’. Jóvenes con estudios de medicina, de turismo, de letras, han
dejado su título guardado en la maleta y luchan por conquistar su sueño, empezando
desde abajo.
Lo importante, es que son jóvenes que tiene
consciencia de que, si el trabajo es honesto, entonces no debe deshonrar a
nadie. Tengo la historia particular de un joven que salió a Canadá, llegó,
empezó a estudiar en una universidad pero que luego no pudo seguir costeando,
pero sus ganas de un mejor futuro no le quitaron que, aun llevando su título de
TSU, se pusiese a limpiar baños y lavar platos en un café, y me cuenta que con
lo que gana ahí le alcanza para comer, pagar algo donde dormir y hacer un curso
de inglés. Su objetivo es claro: no volver a Venezuela.
Algo que siempre le he comentado a los que se
van de Venezuela es que, es fundamental y necesario que cierres los ciclos que tienes
abiertos aquí. Dejes todo en orden y empieces de nuevo, porque no es
fácil pero tampoco imposible. Incluso, las energías se manifiestan y nos
enseñan el camino, pero es fundamental que los ciclos se cierren y que sean
conscientes de que, irse del país no es fácil y mucho menos establecerse en
otro lugar.
Por eso, es imperativo que sepan manejar
la humildad, la honestidad, la lealtad como baluartes únicos que les va
a permitir que muchas puertas se le puedan abrir en el exterior. Muchos llegan
a otro país con ínfulas de superioridad, con actitudes que son nocivas para sí
mismos y para su propio campo energético, por esa razón tenemos que saber hacer
las cosas y sobretodo, tenemos que valorar muy bien lo poco que se tiene.
Tenemos que aprender a respetar y valorar
nuestra nación, tenemos que hacerles saber al mundo entero que aún, a pesar de
la crisis que atraviesa Venezuela, el país es hermoso y no solo por sus mujeres
o su chocolate, sino porque los parajes que se esconden entre la enredada
crisis es mucho mayor que la propia crisis. No debemos salir del país
repitiendo los mismos patrones de conducta que han llevado a la nación a la
debacle. Debemos trabajar en dejar la viveza criolla a un lado
y empezar a trabajar con más fuerza, entusiasmo y respetar el nuevo mundo que
nos rodea.
Tenemos que dejar nuestra relación con
Venezuela en buenos términos, sin ciclos abiertos, sin cosas que arrastrarnos,
porque las energías te harán regresar en cualquier momento. Algo con lo que no
podremos luchar es con el apego, a pesar de que pase el tiempo, seguiremos extrañando
nuestra arepa, nuestra gente, nuestra calor chévere, pero lo importante es
saber que aun estando lejos, está sigue siendo la nación de muchos que ahora
mismo están regados en el mundo.
Para aquellos que se van mi consejo es básico:
‘No
olviden su tierra, está seguirá siendo de ustedes estén donde estén, y
recuerden, ningún trabajo deshonra y no olvides que, con honestidad y humildad
se te abren las puertas, pero sobretodo, ten presente que el esfuerzo y el
sacrificio traerá sus frutos, Dios los bendice a todos’. La relación
que se establece con Venezuela es algo que no se podrá borrar fácilmente, no
olvides que tu mayor motivo para seguir luchando por tu sueño extranjero recae
esencialmente en tu familia, en tus seres queridos y en ti mismo. Recuérdate
una y otra vez que tú puedes y no
olvides repetir estas frases para que sanes tu relación con Venezuela y dejes
los términos claros con ella:
“Lo siento Venezuela, pero
necesito seguir esta lucha que es
personal, perdón por todo lo que ha sucedido,
pero es necesario y por eso gracias ya que tu
mejor
que nadie me comprendes y me entiendes,
te amo Venezuela y siempre te amaré.”
Para aquellos que se fueron y que no les está
yendo tan bien solo quiero que sepan una cosa, todo esfuerzo tiene su recompensan,
recuerden que los términos con Venezuela deben quedar claros, porque es un
divorcio que estás teniendo con ella, pero tienes que quedar como amigo y no
como enemigo. No andes vociferando que no volverás a Venezuela, no vociferes
improperios y demás, porque el Universo y Dios podrán darte una
sorpresa haciéndote volver para que sanes tu herida y dolor con ella. La culpa
no es de Venezuela como tierra, es culpa de mucha gente que no supieron
valorarla y amar, entonces… ¿Tú eres uno de ellos? No, verdad,
por esa razón tienes que dejar tus términos claros.
Para aquellos que están fuera de Venezuela
desde hace mucho tiempo y no han vuelto por miedo, por decisiones propias,
porque si salen pierden el papeleo adelantado de sus nacionalidades y demás, solo
les diré una cosa: ¡El tiempo de Dios es Perfecto! Y todo sucede por algo y ese
algo siempre será lo correcto. A ustedes que les está yendo bien, solo les doy
la Bendición y recuerden agradecer día a día por lo que han logrado y solo les
pido que no olviden las tierras que los vieron crecer, recuerden que cuando
todo pase, ustedes podrán volver ya sea de vacaciones o a vivir. Solo ustedes
sabrán, pero recuerden lo mucho que lucharon para llegar hasta ahí y por eso,
no dejen de tenderle la mano a los que se van.
Solo queda decirles a todos que estas tierras
son de ustedes también, porque aun en tierras lejanas, ustedes siguen siendo
venezolanos y el camino se hace al andar, estemos en donde estemos, lo hacemos
al andar. Que nos tocó tomar caminos distintos, NO IMPORTA, en algún momento nos
reencontraremos.
Felicidad y amor para ustedes, los quiero y
los bendigo siempre.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo y Vidente
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