El nombre de Elías significa:
"Mi Dios es Yahvé". Es considerado uno de los profetas más completos
del cristianismo. Debemos señalar que en contraposición a un montón de falsas
divinidades que el pueblo ignorantemente estaba adorando, suscitó Dios a un gran
profeta para que recordara a su pueblo que sólo hay un Dios y que ese Dios es
Yahvé, este es el nombre que Dios se dio a sí mismo cuando Moisés le preguntó: “¿Cuál
es tu nombre?". Y el Señor le respondió "Mi nombre es Yahvé, que
significa: Soy el que soy. Yo hice a todos, y a mí nadie me hizo"(Éxodo
3,14).
Ese fue pues el oficio de Elías:
tratar de convencer a los israelitas de que sólo hay un Dios y que ese Dios es
Yahvé, el Creador de cielos y tierra. La historia del profeta Elías está en la
Santa Biblia en el Libro Primero de los Reyes capítulos 17 al 21, y en el
segundo Libro de los Reyes, capítulos 1 y 2. Ojalá la leamos en nuestra Biblia.
Es la siguiente:
Reinaba en Israel Acab,
un hombre de débil voluntad que se dejaba dominar por su esposa Jezabel, que
era pagana y extranjera y deseaba imponer entre el pueblo la religión de los
falsos dioses. Esta mujer perversa hizo asesinar a los profetas y sacerdotes
del Dios verdadero, de los cuales solamente se salvaron de la muerte unos cien
a quienes escondió en cavernas Abdias, el mayordomo del rey, y los alimentó
durante la época de máximo peligro. Elías se libró de la muerte huyendo a su
tierra natal, al otro lado del Jordán, y yéndose después a una ciudad fenicia,
llamada Sarepta.
Pero cuando parecía que ya
Jezabel iba a lograr destruir por completo la verdadera religión en Israel,
entra en escena el gran campeón del a religiosidad, Elías, y empieza el combate
total entre las fuerzas del bien y las del mal. Elías aparece de repente en
pleno reinado de Acab, para anunciar, que como un castigo por haber abandonado
la verdadera religión, vendrá sobre la nación un verano de tres años seguidos.
Y en efecto deja de llover
durante 36 meses y el hambre y la sed hacen estragos. Por orden de Dios, Elías
se retira a vivir a una cueva junto a una fuente de agua. Allá los cuervos le
llevan pan por la mañana y carne por la tarde, El profeta viste pobremente: una
tosca piel de camello y una correa (así vestirá más tarde Juan Bautista).
Cuando la fuente de agua se secó, Dios le ordenó que se fuera a vivir a una
ciudad extranjera, llamada Sarepta.
Al llegar a Sarepta se encuentra
con una viuda que está recogiendo leña para cocinar. Él le dice: "por favor: tráigame un poco de agua y un
pan". Ella le respondió: No tengo sino un poquitito de harina y una migaja
de aceite. Voy a hacer un pan para mi hijo y yo, y después nos moriremos de
hambre". Elías le dijo: "Haga
un pan para mí, y ya verá que la harina no se le acabará en su artesa, ni el
aceite en su vasija, hasta el día en que vuelva a llover sobre la tierra".
La mujer hizo lo que el profeta
le mandaba, y sucedió como le había anunciado: ni la harina se acabó en su
artesa, ni el aceite se disminuyó en su vasija, durante todos esos meses de
escasez. Y así pudo alimentar a su hijo y al profeta. El primer caso de un resucitado,
que se narra en la Santa Biblia, sucedió en tiempos del profeta Elías. El hijo
de la viuda que lo hospedaba se enfermó gravemente y se murió.
La pobre mujer desconsolada le
reclamó al profeta el por qué le tenía que suceder a ella tan grande desgracia.
Elías se dedicó a rezar con toda fe junto al cadáver del niño y Dios resucitó
al muerto. La madre del jovencito, al ver a su hijo vivo otra vez, exclamó:
"Ahora sé que eres un hombre de Dios
y que en verdad Yahvé habla por tus labios".
Elías hizo que el rey Acab
reuniera a todo el pueblo de Israel, junto al Monte Carmelo y también a los 450
profetas del falso dios Baal. Y estando todos allí reunidos les hizo este
desafío: "Vamos a poner dos altares. En el uno estarán los sacerdotes de
Baal. Y en el otro estaré yo en nombre de Yahvé. Y ellos invocarán a Baal para
que envíe fuego del cielo y queme sus ofrendas. Y yo invocaré a Yahvé. Y el que
responda, ese es el verdadero Dios.
Y descendió fuego del cielo y
consumió todo el sacrificio que él había colocado en el altar (y eso que el
profeta había hecho inundar con mucha agua todos los alrededores de su altar,
para que no fuera fácil allí quemar nada). El pueblo emocionado ante este
milagro, acabó con todos los sacerdotes del falso dios Baal.
Cuando la malvada reina Jezabel
supo que habían acabado con los sacerdotes de su falso dios Baal, dio orden a
la policía de que asesinara a Elías. Y este tuvo que salir huyendo por el
desierto, para salvar la vida. Y le sucedió que entonces tuvo una gran
depresión de ánimo y deseó morirse. Pero Dios le envió un ángel que le trajo un
pan y una jarra de agua, y con este alimento tuvo fuerzas para andar 40 días
por el desierto hasta llegar al Monte Horeb o Sinaí y esconderse allí.
Y estando allí en el Monte Santo
sintió que Dios se le iba a aparecer. Y llegó un violento huracán, pero allí no
iba Dios. Y sucedió un espantoso terremoto, pero ahí no estaba Dios. Y vino un
fuego devorador, y allí tampoco llegaba Dios. En seguida sintió una suave
brisa, y ahí sí venía Dios. Y el Señor mandó a Elías que volviera otra vez a
Israel y que consagrara a Eliseo como su sucesor, y a Jehú como nuevo rey. Y
desde aquella aparición, aprendió el gran profeta a no ser violento (como el
huracán) ni duro (como el terremoto) ni asustador (como el fuego) sino suave y
amable (como la brisa).
El rey Acab deseaba conseguir una
finca que le agradaba, pero Nabot, su dueño, no se la quería vender porque era
la herencia muy amada de sus padres. Entonces la reina Jezabel hizo asesinar a
Nabot y el rey se apoderó de la finca. Elías se presentó y le anunció que por
haber cometido semejante crimen, todos los hijos varones del rey Acab serían
asesinados, y que a Jezabel se la comerían los perros.
Ajab se asustó mucho y empezó a
hacer penitencia. Entonces Dios le avisó a Elías que por esas demostraciones de
arrepentimiento, los castigos no llegarían sino cuando el rey ya se hubiera
muerto.
Y así sucedió. Muerto Ajab, fue
nombrado rey un general llamado Jehú el cual hizo asesinar a todos los hijos
del difunto rey, y mandó echar desde un balcón hasta el piso de la calle a
Jezabel, y allí la devoraron los perros. El profeta nombró como su sucesor a
Eliseo y fue avisado por Dios de que iba a ser llevado al cielo. En compañía de
Eliseo llegó al río Jordán y lo tocó con su manto, y el río se abrió en dos y
pasaron al otro lado sin mojarse los pies.
Eliseo le pidió como último
favor: "Que me pase a mí lo más importante de tu espíritu" (de tus
poderes y de tus cualidades). Elías le dijo: "Si me ves cuando suba al
cielo se te concederá lo que has pedido". Y llegó un carro de fuego y se
llevó a Elías al cielo. Eliseo lo vio mientras subía por las nubes, y se le
transmitieron a él las cualidades y los poderes de Elías, y empezó a hacer
milagros.
Elías y el Carmelo
Un grupo de cozados llegados a
Palestina a mediados del siglo XII, viendo la maravillosa topografía del Monte
Carmelo, tan apto para la contemplación, decidieron quedarse allí y se
entregaron sin reservas a imitar la vida del Profeta de Fuego, tal como la
describían los libros de los Reyes, a base de la tradición monástica. El lugar les ayudaba a "fabricar la miel
dulcísima de la contemplación".
Supuesto el vínculo entre Elías y
el Carmelo, entre Elías y la vida religiosa, fijado por los Padres Griegos y
Latinos, no es de extrañar que aquellos a quienes ya Santiago de Vitry había
designado como "imitadores del santo varón y solitario Elías
profeta", en el Monte Carmelo..., cerca de la fuente apellidada de Elías,
en la Rubrica Prima de las Constituciones afirman su descendencia de los Padres
tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, quienes desde el tiempo de Elías y
de Eliseo habían habitado en el Monte Carmelo "para la contemplación de
las cosas celestiales".
A pesar de ello, los carmelitas
nunca se llamaron elianos, pues tomarán el nombre, como tantas otras Órdenes,
no del Fundador, sino del lugar donde nacen. Elías será para aquellos cozados
que se reúnen en el Monte Carmelo la regla viva, que se propondrán imitar. Para
ellos éste será el padre que les infundirá su espíritu: Carmelitarum Dux et Pater. Para estos primeros carmelitas, la cosa
fue fácil: deseaban imitar a aquel hombre extraordinario, tal como lo presentaba
la Sagrada Escritura y porque los Padres lo habían visto como el prototipo del
monacato. Así de sencillo es el origen del Patríarcado eliano sobre el Carmelo.
Hoy, la así llamada
"Cuestión eliana" sobre la sucesión hereditaria o entronque de los
carmelitas de hoy con el Profeta Elías, que vive 900 años antes de Cristo, es
una cuestión zanjada y, por lo tanto, así admitida: Elías es el Padre
Espiritual o el Inspirador del Carmelo. Así lo ha escrito el P. R. García
Villoslada, S.J.:
"Pero debemos añadir
que no sin fundamento llaman su Padre a Elías, porque los fundadores y después
todos los carmeiltas miraron siempre a aquel Profeta como a modelo y ejemplar,
e inspirados en él, modelaron sus reglas y constituciones. Moralmente, pues, ha
influido el Profeta Elías en la Orden Carmelitana casi tanto como San Agustín
en los diversos Institutos que llevan su nombre, y se glorían de tenerle por
Padre".
Elías, Padre
espiritual del Carmelo
"Elías, aunque no sea él
quien les haya dado una Regla escrita, con todo ha sido el ejemplo y el modelo
de la santa vida de los carmelitas". Así escribió el célebre humanista benedictino,
el Abad Juan Tritemio. A esta afirmación de un extraño a la Orden baste añadir
un hecho: Entre las estatuas de los fundadores de las Órdenes Religiosas que
aparecen en la Basílica de San Pedro en Roma, está también la magnífica e
impresionante del profeta Elías, con la siguiente inscripción, escrita por el
mismo Papa Benedicto XIII el 26 de junio de 1725: "Universus Ordo Carmelitarum Fundatori suo Santo Eliae Prophetae erexit
1725. (La Orden entera de los Carmelitas, a su Santo Fundador, Elías,
Profeta, la erigió el año 1725").
El entonces Procurador General de
la Orden, Eliseo Monsignani, lleno de alegría, cursó a los Provinciales esta
comunicación: "Ha llegado el tiempo en que, aun cuando los carmelitas
callen, las piedras y los mármoles hablarán y dirán que el profeta Elías es el
Padre y Fundador de los carmelitas".
Nos recordaba el papa
Juan Pablo II el 24 de septiembre de 1983:
"Vuestro carisma hunde sus
raíces en el Antiguo Testamento y se centra en torno a la grandiosa figura del
Profeta Elías, el Profeta del Nuevo testamento. Él fue un hombre de Dios,
Maestro testigo de oración. Como hijo del pueblo, es un ejemplo a seguir por
vosotros de cómo tenéis que preocuparos de las necesidades del prójimo. Ello
quiere decir que vosotros debéis ser hombres de Dios, testigos de la
transcendencia divina, apóstoles de la Divina economía."
Resumiendo:
Que
prediquemos y vivamos al Dios único y verdadero.
Que
demos muerte a los muchos ídolos que nos rodean.
Que
vivamos siempre en la presencia del Señor.
"que
contemplemos a María y tratemos de imitarla.
ORACIÓN:
Dios
todopoderoso y eterno, que concediste a tu Profeta Elías, nuestro Padre, vivir
en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, concédenos buscar siempre tu
rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Amén.
Poderosísimo
San Elías del Monte Carmelo, varón predilecto del Omnipotente; guía de los
Mortales que nos encontramos sin camino; en esta tierra arrodillado ante tí; te
suplico que me ayudes a sacar de mi hogar a los malos espíritus que se hayan
alojados en él ya sean enviado o que naturalmente se hayan posesionado de él.
Te suplico también SAN ELIAS, que así como has vencido al enemigo que ha
tratado de hacerle daño a la persona que tú proteges, así pueda yo vencer todos
los que quieran hacer daño. Préstame tu espada para destruir con ella todos los
maleficios que me hayan hecho y que puedan hacerme. Te suplico, Santo Mío, de
no abandonarme en la hora del peligro. Ayúdame en estas hora para conseguir la
tranquilidad en mi hogar, toma interés por mi mejoramiento y no dejes que
ninguno de mis enemigos me hagan daño. Ofrezco prenderte por espacio de 15
días, una vela blanca, y el último día una lamparita de aceite puro de oliva,
para aclarar mi hogar. Amén.
ORACIÓN II:
Gloriosísimo
Padre Nuestro y profeta de Dios, Elías; gran celador de su honra y Fundador de
la Orden de María en el Monte Carmelo, desde cuya cumbre la vislumbrastéis con
espíritu profético, en aquella nube que subía del mar, sin mezcla de sus
amarguras, y que subiendo la Montaña santa descendió en copiosa lluvia sobre
los agostados campos de Israel; símbolos de las gracias que María había de
derramar por el mundo con su Santo Escapulario.
Haced,
oh santo Padre mío, que a ejemplo vuestro, consagre yo toda mi vida a honrar a
la que es nuestra Madre y nuestro consuelo; que alimentado con la Santísima
Eucaristía pueda caminar por el desierto de esta vida sin desfallecer, como
caminasteis Vos alimentado por aquel pan subcinerico hasta el Monte Horeb,
huyendo de Jezabel.
Enseñadme
a huir de los engaños de este mundo y de las astucias del demonio, para que,
imitando vuestro celo por la gloria de Dios, algún día pueda estar a vuestro
lado cantando las alabanzas de Dios y de su Madre Santísima, a quien deseo ver
y amar eternamente. Así sea. Padre Nuestro y Ave María.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
CONTACTO:
TWITTER, FACEBOOK e INSTAGRAM:
cartasegipcias
Tal
vez te podría interesar:
09 de Julio: Día de Nuestra Señora de Chiquinquirá: Patrona
de Colombia…
08 de Julio: Día de San Isaías Profeta: El Escriba de Dios…
08 de Julio: Día de San Isaías Profeta: El Escriba de Dios…
No hay comentarios:
Publicar un comentario