Presentación de Jesús en el
Templo es la denominación convencional de un episodio evangélico y un tema
iconográfico relativamente frecuente en el arte cristiano. Se refiere a la
presentación de Jesucristo por sus padres, en el Templo de Jerusalén. Está narrado
por Lucas el Evangelista en el Nuevo Testamento (Lucas 2,22-40). Tratamiento
diferenciado, tanto en el arte como en el calendario litúrgico o santoral,
tiene una escena previa: la Circuncisión de Jesús, operación ritual prescrita
en la religión judía, y que se le hizo a Jesús a los ocho días de nacer (se
celebra el 1 de enero). La presentación tuvo lugar posteriormente cuando se
cumplieron los días de la purificación.
La fiesta de la Presentación se
celebra el día dos de febrero. Por asociación de actos y de simbolismos se
celebra el mismo día la Purificación de la Virgen, llamada también fiesta de
las Candelas o de la Virgen de Candelaria. La iglesia bizantina la convirtió en
una fiesta solemne muy importante. Y como se cumplieron los días de la purificación
de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle
al Señor. (Lucas 2:22)
María y José llevaron a Jesús al
Templo y según la costumbre, ofrecieron como sacrificio dos tórtolas. En el
templo se encontraba Simeón que tenía fama de ser un hombre justo. Al verlos
tuvo la convicción de que actuaba impulsado por el Espíritu, le tomó en brazos
y bendijo a Dios diciendo el Nunc dimittis. Las escrituras lo narran así:
Y
los bendijo Simeón, y dijo á su madre María: He aquí, éste es puesto para caída
y para levantamiento de muchos en Israel;. (Lucas 2:34)
La profetisa Ana vivía en el
templo y al presenciar aquellos acontecimientos comenzó a hablar del Niño a
todo aquel que esperaba la redención de Jerusalén:
Estaba también allí Ana,
profetisa, hija de Phanuel, de la tribu de Aser; la cual había venido en grande
edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad. Y ésta,
sobreviniendo en la misma hora, juntamente confesaba al Señor, y hablaba de Él
á todos los que esperaban la redención en Jerusalén. (Lucas 2:36-46)
La Ley de Moisés mandaba que a
los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy dos de febrero
se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la que
celebramos el nacimiento de Jesús.
Los católicos hemos tenido la
hermosa costumbre de llevar los niños al templo para presentarlos ante Nuestro
Señor y la Santísima Virgen. Esta es una costumbre que tiene sus raíces en la
Santa Biblia. Cuando hacemos la presentación de nuestros niños en el templo,
estamos recordando lo que José y María hicieron con el Niño Jesús.
La Ley de Moisés mandaba que el
hijo mayor de cada hogar, o sea el primogénito, le pertenecía a Nuestro Señor y
que había que rescatarlo pagando por él una limosna en el templo. Esto lo
hicieron María y José.
Por mandato del Libro Sagrado, al
presentar un niño en el templo había que llevar un cordero y una paloma y
ofrecerlos en sacrificio al Señor (el cordero y la paloma son dos animalitos
inofensivos e inocentes y su sangre se ofrecía por los pecados de los que sí
somos ofensivos y no somos inocentes. Jesús no necesitaba ofrecer este
sacrificio, pero quiso que se ofreciera porque El venía a obedecer humildemente
a las Santas Leyes del Señor y a ser semejante en todo a nosotros, menos en el
pecado).
La Ley decía que si los papás
eran muy pobres podían reemplazar el cordero por unas palomitas. María y José,
que eran muy pobres, ofrecieron dos palomitas en sacrificio el día de la
Presentación del Niño Jesús. En la puerta del templo estaba un sacerdote, el
cual recibía a los padres y al niño y hacía la oración de presentación del
pequeño infante al Señor.
En aquel momento hizo su
aparición un personaje muy especial. Su nombre era Simeón. Era un hombre
inspirado en el Espíritu Santo. Es interesante constatar que en tres renglones,
San Lucas nombra tres veces al Espíritu Santo al hablar de Simeón. Se nota que
el Divino Espíritu guiaba a este hombre de Dios.
El Espíritu Santo había prometido
a Simeón que no se moriría sin ver al Salvador del mundo, y ahora al llegar
esta pareja de jóvenes esposos con su hijito al templo, el Espíritu Santo le
hizo saber al profeta que aquel pequeño niño era el Salvador y Redentor.
Simeón emocionado pidió a la Santísima
Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos y
levantándolo hacia el cielo proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra
triste.
La noticia buena fue la
siguiente: que este Niño será iluminador de todas las naciones y que muchísimos
se irán en favor de él, como en una batalla los soldados fieles en favor de su
bandera. Y esto se ha cumplido muy bien. Jesús ha sido el iluminador de todas
las naciones del mundo. Una sola frase de Jesús trae más sabiduría que todas
las enseñanza de los filósofos. Una sola enseñanza de Jesús ayuda más para ser
santo que todos los consejos de los psicólogos.
La noticia triste fue: que muchos
rechazarán a Jesús (como en una batalla los enemigos atacan la bandera del
adversario) y que por causa de Jesús la Virgen Santísima tendría que sufrir de
tal manera como si una espada afilada le atravesara el corazón. Ya pronto
comenzarán esos sufrimientos con la huida a Egipto. Después vendrá el
sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años, y más tarde en el Calvario la
Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo, asesinado ante sus
propios ojos, sin poder ayudarlo ni lograr calmar sus crueles dolores.
Y Jesús ha llegado a ser como una
bandera en una batalla: los amigos lo aclaman gritando "hosanna", y
los enemigos lo atacan diciendo "crucifícale". Y así ha sido y será
en todos los siglos. Y cada vez que pecamos lo tratamos a El como si fuéramos
sus enemigos, pero cada vez que nos esforzamos por portarnos bien y cumplir sus
mandatos, nos comportamos como buenos amigos suyos.
Después de este interesante hecho
de la Presentación de Jesús en el templo, la Virgen María meditaba y pensaba
seriamente en todo esto que había escuchado. Ojalá también nosotros pensemos,
meditemos y saquemos lecciones de estos hechos tan importantes.
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
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