Amigo de Jesús
Lázaro
bendito, digno de que sintamos hacia ti una envidia, que tuviste el honor de
recibir del poder inmenso de Jesús un milagro tan sorprendente: dile al Divino
Redentor que en nuestras casas también hay algunos Lázaros muertos: son nuestras
situaciones imposibles de ser arregladas por nuestras solas fuerzas. Para unos
es un vicio que no logran alejar. Para otros una tristeza y un mal genio que
acompañan día por día amargando la vida. Para algunos su Lázaro muerto es su
cuerpo que sufre una dolencia que no se quiere curar, o una debilidad que quita
fuerzas... Sabemos que Cristo, que obró el milagro de Betania, tiene los mismos
poderes y el mismo amor de ese tiempo. Pídele tú a Jesús que por lo menos si no
nos da la salud, nos conceda una gran paciencia para sufrir con paciencia y así
convertir nuestros sufrimientos en escalera preciosa para subirnos a un grado
muy alto en el cielo.
Quien crea en Mí,
aunque haya muerto vivirá (Jesucristo).
Lázaro es un nombre significativo
en el idioma de Israel. Quiere decir: "Dios es mi auxilio".
El santo de hoy se ha hecho universalmente famoso porque tuvo la dicha de
recibir uno de los milagros más impresionantes de Jesucristo: su resurrección,
después de llevar cuatro días enterrado. Lázaro era el jefe de un hogar donde
Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de Lázaro llegaba el Redentor como
a la propia casa, y esto era muy importante para Cristo, porque él no tenía
casa propia.
Él no tenía ni siquiera una
piedra para recostar la cabeza (Lc. 9, 58). En casa de Lázaro había tres
personas que amaban a Nuestro Salvador como un padre amabilísimo, como el mejor
amigo del mundo. La casa de Betania es amable para todos los cristianos del
universo porque nos recuerda el sitio donde Jesús encontraba descanso y cariño,
después de las tensiones y oposiciones de su agitado apostolado. En la tumba de
un gran benefactor escribieron esta frase: "Para los pies fatigados tuvo
siempre listo un descanso en su hogar". Esto se puede decir de San
Lázaro y de sus dos hermanas, Martha y María.
La resurrección de Lázaro es una
de las historias más interesantes que se han escrito. Es un famoso milagro que
llena de admiración. Un día se enferma Lázaro y sus dos hermanas envían con
urgencia un mensajero a un sitio lejano donde se encuentra Jesús. Solamente le
lleva este mensaje: "Aquél a quien Tú amas, está enfermo".
Bellísimo modo de decir con pocas palabras muchas cosas. Si lo amas, estamos
seguros de que vendrás, y si vienes, se librará de la muerte. Y sucedió que
Jesús no llegó y el enfermo seguía agravándose cada día más y más. Las dos
hermanas se asoman a la orilla del camino y... Jesús no aparece.
Sigue la enfermedad más grave
cada día y los médicos dicen que la muerte ya va a llegar. Mandan a los amigos
a que se asomen a las colinas cercanas y atisben a lo lejos, pero Jesús no se
ve venir. Y al fin el pobre Lázaro se muere. Pasan dos y tres días y el amigo
Jesús no llega. De Jerusalén vienen muchos amigos al entierro porque Lázaro y
sus hermanas gozan de gran estimación entre la gente, pero en el entierro falta
el mejor de los amigos: Jesús. Él que es uno de esos amigos que siempre están
presentes cuando los demás necesitan de su ayuda, ¿por qué no habrá llegado en
esta ocasión?
Al fin al cuarto día llega Jesús.
Pero ya es demasiado tarde. Las dos hermanas salen a encontrarlo llorando:
-"Oh, ¡si hubieras estado aquí! ¡Si hubieras oído cómo te llamaba Lázaro!
Sólo una palabra tenía en sus labios: ‘Jesús’. No tenía otra palabra en su
boca. Te llamaba en su agonía. ¡Deseaba tanto verte! Oh Señor: sí hubieras
estado aquí no se habría muerto nuestro hermano".
Jesús responde: - "Yo soy la
resurrección y la Vida. Los que creen en Mí, no morirán para siempre". Y
al verlas llorar se estremeció y se conmovió. Verdaderamente de Él se puede
repetir lo que decía el poeta: "en cada pena que sufra el corazón, el Varón
de Dolores lo sigue acompañando". Y Jesús se echó a llorar. Porque
nuestro Redentor es perfectamente humano, y ante la muerte de un ser querido,
hasta el más fuerte de los hombres tiene que echarse a llorar. Dichoso tú
Lázaro, que fuiste tan amado de Jesús que con tu muerte lo hiciste llorar. Los
judíos que estaban allí en gran número, pronunciaron una exclamación que se ha
divulgado por todos los países para causar admiración y emoción: "¡Miren
cuánto lo amaba!".
¡Lázaro: yo te mando: sal fuera!
Es una de las más poderosas frases salidas de los labios de Jesús. Un muerto
con cuatro días de enterrado, maloliente y en descomposición, que recobra la
vida y sale totalmente sano del sepulcro, por una sola frase del Salvador. ¡Que
milagroso de primera clase! Con razón se alarmaron los fariseos y Sumos
sacerdotes diciendo: "Si este hombre sigue haciendo milagros
como éste, todo el pueblo se irá con Él".
Cómo nos deben brillar los ojos
al ver lo poderoso que es Nuestro jefe, Cristo. ¡Cómo deberían llenarse de
sonrisas nuestros labios al recordar lo grande y amable que es el gran amigo
Jesús!. Sin tocar siquiera el cadáver. Sin masajes, sin remedios, con sólo su
palabra resucita a un muerto de 4 días de enterrado. ¡Que se reúnan todos los
médicos de la tierra a ver si son capaces de resucitar a un piojo muerto!
Oración I
San
Lázaro bienaventurado,
abogado
mío, mi santo protector,
en
ti pongo mi confianza,
en
ti deposito mis necesidades,
mis
preocupaciones y mis angustias,
mis
sueños y deseos,
y,
sabiendo los muchos milagros
que
a través de ti se han obrado,
sabiendo
la bondad que de tus manos brota
cuando
con humildad y fe a ti se te pide,
hoy
llego hasta ti suplicante,
pidiendo
tu poderosa ayuda y misericordia.
Oh
San Lázaro bendito,
por
la esperanza tan sublime,
que
abrigaba tu corazón
de
alcanzar la corona del martirio,
y
por aquel deseo ardiente
de
dar la vida por Aquel que te la volvió a dar
después
de haberla perdido,
concédeme
san Lázaro glorioso
tu
valiosa mediación,
ruega
por mis deseos ante el buen Jesús,
tu
amigo, hermano y bienhechor,
y
pide que por su infinita misericordia
me
conceda lo que pido de todo corazón
y
así pueda encontrar alivio en mi desesperación:
(decir
con inmensa fe o que se desea conseguir),
y
si crees que no es conveniente,
dame
la paz y tranquilidad a mi alma
para
que espere resignado
San
Lázaro, glorioso padre de los pobres,
te
ruego no dejes de ayudarme,
muéstrate
propicio como siempre haces
y
lleva cuanto antes mis peticiones al Señor,
dame
tus bendiciones y protección,
alivia
mis penas y problemas
y
aleja de mi vida todo mal y enemigo.
Por
Jesucristo, nuestro hermano y Señor.
Así
sea.
Rezar
tres Padrenuestros,
tres
Avemarías y tres Glorias.
Encender
una vela de color morado.
Oración II
San
Lázaro, en el nombre de Dios, te pido San Lázaro bendito, que cuando angustiado
te invoque, en mis horas de dolor y anhelo de caridad y protección. Oh!, San Lázaro
escúchame por favor.
Bendito
San Lázaro de Bethania, amparo y sostén de María y Marta, a tí llamo, Oh! amado
y siempre vivo espíritu de gracia, con la misma fe y amor que Jesús llamó a la
puerta del sepulcro, de donde saliste vivo y glorioso, después de haber estado
por espacio de tres días consecutivos, tu cuerpo enterrado, sin haber dado la
más leve señal de impurezas o imperfección.
Así
también, yo hoy llamo a la puerta de tú Divino Espíritu, para que con la misma Fe
que Dios infundió en ti, me concedas lo que te pido (se hace la petición),
invocando para ello el incomparable amor con que Dios te quiso premiar y
resignación con que supiste soportar la vida material.
Amén
EDUARDO LUZ
Tarotista, Astrólogo
y Vidente
CONTACTO:
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cartasegipcias
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