A finales de año, específicamente los
meses de octubre, noviembre y diciembre ocurren con mayor frecuencia la lluvia
de estrellas o mejor dicho la lluvia de meteoritos. Durante estos momentos, en
el campo de la astronomía muchos especialistas están muy atentos para ver lo
que sucede en el cielo, y así arrojar nuevos resultados y aportes esenciales al
campo de las ciencias astronómicas, e incluso a la misma astrología. Estos
acontecimientos, día a día se convierten en un punto esencial de los estudios de esta
ciencia que busca dar respuestas a ciertos cambios esenciales que ocurren
dentro del sistema y que, de alguna u otra forma termina por generar
cambios que hasta ahora no nos esperábamos.
Resultado de todo ello, recae
esencialmente en el estudio de las Lluvia de Estrellas de las Leónidas,
un acontecimiento realmente fascinante que sucede en noviembre,
entre el 6 al 30 de noviembre específicamente. Teniendo su pico el día 17 de
noviembre. Este acontecimiento se encuentra desde la “hoz de Leo”, en donde se
produce una actividad aceptable cada año, con una tasa horario zenital de 15
meteoros por hora. Incluso, dicho acontecimiento puede alcanzar niveles de
tormenta de meteoros con una periodicidad de 33 años.
Este acontecimiento tiene
su origen en el cometa 55P/Tempel-Tuttle, debido a que el polvo de este
cometa no está distribuido homogéneamente a lo largo de la órbita. El
profesor Denison Olmsted, profesor de la Universidad de Yale, logró observar
que los trozos de los meteoros parecían provenir de la constelación de Leo,
lo que dio su nombre al fenómeno. El color de estos meteoros es generalmente
rojizo, son muy rápidos, ya que de la tierra los encuentra de frente y con
frecuencia dejan tras sí una estela de color verde que persiste durante unos
pocos segundos. Su distribución a lo largo de la órbita no es uniforme, por
cuanto están concentrado en un enjambre más denso que ha dado lugar a las
grandes lluvias de estrellas.
Las leónidas pueden dar lugar a
espectaculares tormentas de meteoros cada 33 años
coincidiendo con el paso del cometa por el perihelio. El astrónomo
norteamericano H.-A. Newton demostró, en 1864, que las brillantes lluvias de
estrellas descritas por los historiadores en 902, 931, 934, 1002, 1101, 1202,
1366, 1533, 1602 y 1698 se debían a este enjambre. Se habla de una tormenta de
meteoros cuando la actividad supera el millar de meteoros por hora. Desde
902, las fechas anuales han ido avanzando treinta días: en aquella
época el fenómeno alcanzaba su máximo el 12 de octubre; en 1202, tenía lugar el
19 de octubre; en 1366, el 22 de octubre; en 1799 se producía en la noche del
11 al 12 de noviembre. Esta lluvia de estrellas, en 1766, llamó poderosamente
la atención de los habitantes de Venezuela.
En 1799 la observaron Alexander von
Humboldt y Amadeo Bonpland en Cumaná, Venezuela y dio lugar a «millares y
millares de estrellas fugaces y bólidos de fuego cayeron durante cuatro horas
consecutivas». También los esquimales de Labrador y Groenlandia quedaron
asombrados: los meteoros más grandes tenían un diámetro aparente igual e incluso
superior al de la Luna. Este acontecimiento a representado un cambio
importantísimo para la astronomía, debido a su fuerza, y su valor cambiante que
lo ha llevado a posicionarse como uno de los espectáculos más asombrosos, en
cuanto a lluvia de estrellas se refiere, dando paso, de ese modo a numerosos
estudios que han dado respuesta a ciertas cosas que pasan dentro del sistema y
como estos han venido trabajando en los últimos años y evolucionando a lo largo
de la historia.
Este acontecimiento es más fácil de
observar en las horas previas al amanecer cuando el cielo está lo más oscuro
posible. Dicho suceso es uno de los más fascinantes de todos, con registros
maravillosos que nos muestra el cambio esencial de la forma de ver, vivir y
sentir ciertas cosas. Estamos enfrentado a un suceso que ocurre todos los años
y que cada año sorprende a todos y es cada vez más distinto y singular.
EDUARDO
LUZ
Tarotista,
Astrólogo y Vidente
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